lunes, 11 de octubre de 2010

Filosofía y Educación en una época de cambios *

EDUCACIÓN Y SOCIEDAD
Consideraciones preliminares

La educación en su devenir histórico se ha mostrado como un concepto discutible, formulándose teorías y principios de diversa índole en torno a su naturaleza, fines y significado, que la han mantenido vigente en la preocupación intelectual de los teóricos y en los afanes organizativos de los reformadores sociales o políticos. Si a menudo ha sido objeto de alabanza, con mayor frecuencia se le ha atribuido la culpa de lo que ocurre a los hombres y naciones (Broudy, 1954). Se han atacado sus bases programáticas, se han impugnado sus instituciones tutelares, y en la actualidad, se le asignan objetivos que recusan su acentuada preocupación por el presente y en cambio, se le reclama una proyección fundamentalmente futurista o prospectiva, que sea compatible con la dirección fundamental que está tomando la sociedad moderna, aquella que está abandonando los viejos moldes industriales y se encamina hacia la superindutrialización (Toffler, 1971, 1980), caracterizada por el ritmo enormemente acelerado del cambio, produciéndose un “shock cultural” o “shock’ del futuro (enfermedad del cambio) con funestas consecuencias personales psicológicas y sociológicas, que se manifiesta en una desorientación vertiginosa que afecta no sólo a las industrias y naciones, sino que “cala hondo en nuestras vidas personales, que nos obliga a representar nuevos papeles que nos enfrenta con el peligro de una nueva enfermedad psicológica, turbadora y virulenta”.

Uno de los rasgos característicos de nuestra época es la extraordinaria expansión de la acción educadora, el “alza de la demanda de educación” no cesa de aumentar; es un fenómeno que podría evidenciar una especie de “reclamo colectivo” en torno a la solución de un gran número de problemas fundamentales de diversa índole que sólo la educación podría superar. Desde esta perspectiva (Wiel, 1977), la demanda de la educación se define como el sentimiento de la necesidad imperiosa de responder a situaciones radicalmente ignoradas por generaciones anteriores.

Es menester, entonces, invertir el espejo del tiempo; si anteriormente se estudiaba el pasado para iluminar el presente, la visión coherente del futuro puede brindarnos buen número de enfoques penetrantes acerca del mundo de hoy. De un lado dice Wiel, somos cada vez más conscientes de que la aceleración de la historia no solamente vuelve rápidamente caducas las instituciones escolares existentes, sino que por otra parte – y esto es radicalmente nuevo en la historia de las instituciones educativas - no se trata solamente de que la escuela se adapte al mundo previsto, sino que la educación se utiliza conscientemente para preparar a los hombres para tipos de sociedades que no existían con anterioridad. Es una tarea que se presenta con mayor novedad en razón de que la educación tradicionalmente se ha orientado a reproducir las relaciones existentes y la realidad que les sirve de base. (Faure, 1973).

Esta impresionante tarea que debe asumir la educación en esta nueva fase de la sociedad humana, se encuentra bloqueada por los desajustes entre los sistemas educacionales y los sistemas sociales, que es una de las causas fundamentales de la “crisis mundial de la educación” (Combs, 1975), a las que hay que agregar el incremento de las aspiraciones populares en materia educativa y la aguda escasez de recursos para satisfacer los requerimientos de una demanda explosivamente creciente con costos cada vez más elevados, y con una incapacidad de las sociedades para incrementar sus recursos, con técnicas que van a la zaga respecto de las vigentes en otros niveles de la vida productiva de la sociedad.

Educación y Pedagogía

Afincado en esta posición se ha ido gestando un modelo de exclusivo corte tecnológico, activista e instrumentalizador del proceso educacional, de marcada tendencia positivista, conductista y pragmática, pues reduce el sentido de la educación a la búsqueda de la utilidad, eficacia y la seguridad, considerados como fundamentales criterios de valor (Capella, 1984), sobreestimando los medios con un olvido olímpico de los fines, donde el hacer y experimentar de base técnica y metodológica agotan la praxis educacional, despojándola de sus aspectos vitales, al reducir sus posibilidades creativas y transformadoras de la condición humana. En tal perspectiva, se ha querido identificar erróneamente pedagogía con tecnología educativa, lo que significa: a) Exclusivizar una sola dimensión del proceso educacional; b) Desconocer que el proceso educacional exhibe una dimensión fáctica, y a la vez, una dimensión axiológico-perfeccionadora, justificadora de dicho proceso y determinadora de la orientación y sentido de la acción educacional; y, c) Desconocimiento del significado del vocablo “educación” y de su naturaleza polisémica que nos da cuenta de los diferentes significados que en la actualidad se asignan a la educación.

Por el lado de la pedagogía se da una conciencia, un saber, un sistema; por el lado de la educación se da la existencia, la actividad, la práctica. En el campo tecnológico la pedagogía reflexiona sobre los medios, las didácticas, las técnicas de aprendizaje, las organizaciones, las taxonomías, etc. (pedagogía, tecnológica); la reflexión pedagógica genera desde el punto de vista científico lo pertinente a la prueba de las teorías, las hipótesis educativas (pedagogía científica). En el ámbito filosófico, la reflexión pedagógica tiene que ver con las filosofías, morales, estéticas, políticas, derechos (pedagogía filosófica). Aquí son válidas las filosofías y las antropologías filosóficas, para mirar las cosas no como pasatiempo, sino en sí mismas, y más allá de los utilitarismos.

Esto es así debido a la naturaleza tecnológica de los procesos educativos, los mismos que contienen las “weltanschauung”, pues siempre se educa PARA (consciente e inconscientemente). Es decir, para algo, no sólo inmediato, sino mediato y como meta lejana. En vista de algo siempre propuesto. (Fullat, 1982). Es preciso mostrar estas tendencias ocultas de los modelos educacionales, sacarlos a luz, analizarlos, y, posteriormente, optar. Hay que averiguar’ -dice Fullat- también aquello que se quiere y no sólo lo que se quiere decir.

El engranaje educativo comprende técnicas (conocimientos, habilidades, actitudes), teorías (justificación de las técnicas) y fines (tendencias que se dan al impedir los conocimientos, habilidades y actitudes). Tanto las técnicas como las teorías que las justifican, son impuestas por la sociedad en función del sistema de valores o ideales vigentes en su seno, que es el fin del proceso educacional.

LOS ENFOQUES

En la perspectiva del cambio, corresponde a la filosofía diseñar con sentido sinóptico, crítico y sistemático, la naturaleza de los problemas educativos; brindando coherencia y sentido a la multiplicidad de datos de las disciplinas parcelarias, integrándolos, en un saber ordenado, un conjunto estructurado y totalizante, con atribuciones epistemológicas, es decir, de reflexión sobre la praxis científica, y de otro lado, de coherencia; pues es dispensable en su propio nivel que las ciencias pedagógicas por sí solas puedan dar la clave de todos los problemas cíe la educación (Lévéque,-Best, 1972).

La naturaleza comprehensiva del quehacer filosófico se compadece con su método crítico y reflexivo que la torna apta para dar a la educación el carácter de totalidad coherente que le faltaría si sólo dependiera de las ciencias humanas. No tienen desperdicio las interrogantes que los filósofos de la educación se plantean sobre su participación en la educación, a saber: La educación considerada como fenómeno de relación interpersonal, o como fenómeno social ¿puede estudiarse exc1usivamente según métodos científicos?; si incluso le correspondiera a la ciencia el estudio de este fenómeno ¿no sería conveniente ejercer sobre estos métodos científicos un juicio crítico? “La filosofía crítica tiene siempre derecho de ciudadanía cuando se trata de pensar las ciencias y su método” pues la crítica constituye uno de los rasgos específicos del método filosófico, indispensable recurso en el campo de la educación, en el que el estudio de las condiciones de posibilidad importa quizá más que nada y en donde la investigación de los fundamentos de la acción educativa es lógicamente necesaria.

Si el hecho de educar a un hombre no puede prescindir de la reflexión ¿, en nombre de qué o de quién podemos prescindir de ella en la educación?, cuál es la naturaleza o, si se prefiere, la estructura de la relación entre el educador y el educado?, ¿ cuáles son los poderes respectivos de uno y otro, del uno sobre el otro?; ¿qué virtualidades desarrolla la educación, cuál es su fin, su propósito y su término?; ¿En qué y porqué toda teoría de la educación se constituye como “utopía”, como pensamiento de un futuro a realizar y de un “ninguna, parte”?; Porqué este pensamiento utópico ha de reintegrar un cierto número de mitos de la humanidad?.

Los interrogantes mencionados llevan a Levéque y Best a sostener que “una filosofía de la educación tiene por primera tarea elucidar los problemas, esclarecer las antinomias que residen en el corazón del acto de educar (cultura y naturaleza; libertad y condicionamiento, etc.), pero además y sobre todo, investigar las condiciones de posibilidad de la educación y, por lo tanto afirmar un determinado número de principios más allá de los cuales el análisis regresivo no puede subir y sin los cuales la educación no puede ser”. Ha de constituirse el filósofo en salvaguarda de la educación, cuando los intereses políticos la utilicen como medio, evitando esta “malversación” de la educación, reclamando que se la tome a sí misma como fin y no como un medio de simple adaptación a una sociedad presente y particular. Todo en nombre “del proyecto de acceso a una sociedad racional y justa, que está en el seno de toda filosofía de la educación”.

Son particularmente importantes los juicios que los autores citados enuncian sobre la educación y el Estado. La hipertrofia de la “función educativa” del Estado moderno industrial, resultante de la inflación de la necesidad de enseñanza, le lleva a asumir el carácter de urgencia de esta demanda desconociendo por completo el sentido y origen esenciales del poder de educar... Por tanto, le incumbe a la filosofía de la educación (una filosofía necesariamente preguntona para el poder político) corregir la importancia del Estado entre el problema de la educación. El Estado necesita ser educado por el filósofo, al igual que tiene necesidad de serlo por el pueblo”.

Al psicólogo le importarán los ajustes del comportamiento a esta época de cambios acelerados. Lo que ocurre actualmente en la educación -declara Toffler- incluso en nuestros mejores colegios e institutos, es lamentablemente anacrónico. Los padres confían en la educación para preparar a sus hijos para la vida del futuro. Los maestros advierten que la falta de educación destruiría las oportunidades del niño en el mundo de mañana, prédica que también proclaman las agencias gubernamentales, las iglesias y los medios de expresión. Sin embargo -afirma- a pesar de esta retórica acerca del futuro nuestras escuelas miran hacia atrás, hacia un sistema moribundo, más que hacia adelante, donde está, la nueva sociedad naciente. Todas sus energías tienden a formar el “hombre industrial”, un hombre preparado para sobrevivir en un sistema que morirá antes que él.

Esta “prematura llegada del futuro” advertida por Toffler, reclama una serie de nuevas actitudes y eventos para lograr la adaptación, que intentaremos resumir. El hombre en la sociedad superindustrial deberá crear actitudes nuevas frente a tres áreas que considera cruciales: aprendizaje, relación y opción. No es cuestión de brindar datos, sino fundamentalmente de aprender a aprender, a fin de asumir decisiones personales, rápidas, efectivas y cambiantes. En cuanto a la relación, la educación tendrá que enseñarnos a establecer relaciones diferentes a las que practicamos, pues de continuar la aceleración, es posible prever también crecientes dificultades en el establecimiento y conservación de lazos humanos valiosos. Mientras el cambio prevalezca, la educación debe ayudar al hombre a aceptar la falta de amistades profundas, a aceptar la soledad y la desconfianza, o de lo contrario, encontrar nuevas maneras de acelerar la formación de la amistad.

A lo anterior se agrega la multiciplidad de las decisiones y su complejidad, las numerosas alternativas que el sujeto debe enfrentar para lo cual deberá tener una idea clara de sus propios valores, en esta gama de opciones excesivas, por lo que es evidente que la educación deberá abordar directamente lo relativo a la toma de decisiones del sujeto.

No menos audaces se presentan los planteamientos en el ámbito de la sociología, pues se trata de prever y describir el cambio, prepararse para asumirlo y evitar desajustes nocivos en la personalidad individual y colectiva. Importa considerar el tipo de técnica, fuentes de energía, producción y economía de la sociedad del futuro, así como la población y la forma de vida, los nuevos modelos de ciudades, la ciencia y los poderes destructivos, los intereses humanos, las nuevas formas de trabajo descanso, las corrientes de pensamiento y las relaciones entre los pueblos.

La preparación del mundo futuro ha de ser obra de la investigación y por consiguiente, de la educación, afirma Quintana Cabanas. Según él este fenómeno comprende la solución de una serie de cuestiones: la desalinización económica del agua del mar, nuevas perspectivas de lucha contra el hambre, la elaboración de alimentos sintéticos, el aprovechamiento de la energía solar, el dominio de la energía termonuclear, el agotamiento de las materias primas, la superación de la contaminación del aire y del agua, la inmunidad bioquímica total, el aprovechamiento biológico de los océanos, el control de la herencia desde la manipulación de los genes, el uso de la comunicación extrasensorial, la televisión, la telepatía, etc.

“La tecnología de mañana -continúa Toff1er- requiere no millones de hombres ligeramente instruidos, capaces de trabajar al unísono en tareas infinitamente receptibles, no hombres que acepten las órdenes sin pestañear, conscientes de que el precio del pan depende mecánicamente de la autoridad, sino hombres capaces de juicio críticos, de abrirse caminos en medios nuevos, de contraer rápidamente nuevas relaciones en una realidad sometida a veloces cambios”.

Educación “industrial” y “superindustrial”

Lichnerowicz, conocido matemático francés, declaraba en la pasada década, que la enseñanza en su país era impartida según un estado espiritual histórico, que la geometría se impartía con espíritu griego, y el análisis con un espíritu de los siglos XVII-XVIII, a tal punto que los alumnos al verse bruscamente dentro de un espíritu relativamente moderno sufren de esta incoherencia, que la importancia de las diversas ramas han cambiado completamente, que una de las causas de la angustia en esta sociedad, es que ella sufre los efectos científicos y técnicos, pues se siente manipulada por supuestos hechiceros, sin conocer los motivos.

En la perspectiva de Toffler, el industrialismo requería una nueva clase de hombre, cambios en los conocimientos y en los valores, la educación en masa fue la respuesta para un mundo de “tareas reiterativas de puestos adentro, de humo, de ruidos y de máquinas, de disciplina colectiva; un mundo regulado por el reloj y la sirena de la 1a fábrica”. La idea de reunir masas de estudiantes (materia prima) para ser manipuladas por los maestros (trabajadores) en una escuela centralmente localizada (fábrica) fue un buen golpe del genio industrial. Afirma que toda la jerarquía docente siguió el modelo industrial: las disciplinas, los horarios, los timbres, los sitios de los niños previamente señalados, etc., donde la vida interior de la escuela se convirtió en espejo de anticipación, de una introducción perfecta a la sociedad industrial.

Los aspectos más criticados de la educación actual (reglamentación casi militar, falta de individualización, rígido sistema de aulas, grupos, grados y títulos; papel autoritario del maestro, etc.), son los que hicieron tan eficaz la instrucción pública masiva de la fase industrial.

La sociedad superindustrial reclama una revolución docente; el trabajo humano saldrá de la fábrica y de la oficina para trasladarse a la comunidad y al hogar. En ella las máquinas cuidarán del trabajo físico y de las tareas rutinarias; al hombre le estarán asignadas las funciones intelectuales, las de información y de opinión, la toma de decisiones, las actividades creativas y la formulación de previsiones.

En líneas generales, la educación tendrá las características siguientes:
a. La escuela saldrá de los muros del edificio escolar, con su estructura organizativa transformada y con programas revolucionados.
b. Afirmación creciente del hogar en la educación, pues habrá un creciente número de padres intelectualmente preparados para asesorar a sus hijos con ayuda de máquinas y audiovisuales.
c. “Asistiremos a un limitado retroceso dialéctico hacia la enseñanza en el hogar”.
d. Los alumnos aprenderán los oficios directamente de los profesionales; las escuelas serán usadas como estudios y laboratorios profesionales, emisoras de radio, agencias de publicidad, a condición de que los técnicos capaciten a los alumnos en sus respectivas profesiones.
e. ‘“Si la educación tiene que durar toda la vida, es poco razonable obligar a los niños dedicar todo su tiempo a la escuela, quedándoles márgenes para realizar tareas remuneradas”.
f. La escuela se hallará implementada con todos los elementos necesarios para la autodidaxia de los alumnos.
g. Los programas serán eficientemente flexibles, con preferencia en temas funcionales, enfatizando en conocimientos prácticos comunes necesarios para la comunicación humana y la integración social.
h. Los alumnos serán educados para el ocio, despertando su responsabilidad, habilidad, colaboración, iniciativa y la actitud de búsqueda, permitiendo el desarrollo de las actividades físicas, culturales, artísticas, morales y sociales.

Apreciación final

Los cambios operados en el rumbo pedagógico de la moderna sociedad, afectarán la función docente, que ya no recaerá exclusivamente en los profesores, por cuanto todos podrán desempeñar las tareas de enseñanza. Se prevé que el docente ya no cumplirá su función de transmisor de información porque los adelantos permitirán a los alumnos obtenerlos por sí mismos.

En lo profesional y en lo técnico, quienes transmitirán sus conocimientos serán desplazados por los especialistas y expertos.

La actividad docente estará reducida a su función orientadora, de animación y consejería; su principal actividad será la comunicación y no la ciencia; su dominio: las relaciones humanas, en contacto permanente con los alumnos para dirigir su aprendizaje y formar su personalidad.

Un nuevo humanismo será el hilo conductor que inspire las relaciones educativas del futura, permitiendo al hombre el ascenso de sus mejores energías y recursos, en una sociedad que por sus poderes y fuerzas liberadoras, deberá posibilitar la plena humanización del hombre como resultado de sus propios esfuerzas y anhelos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Ø  BARTHES, LICHNEROWICZ, Bradel y otros. Temas Candentes de Hoy. Buenos Aires, 1975 (Volumen colectivo).
Ø  BETTELHEIM, PIAGET, ILICH y Otros. Educarnos hoy. Lima-Perú, Edit. Reyes Rojas, 1984.
Ø  BROUDY, Harry. Filosofía de la Educación. México, Edit. Limusa, 1980.
Ø  CAPELLA, R. Jorge. Educación - Teoría. Lima, 1984.
Ø  FAURE, E. Aprender a ser. Madrid, Alianza Universitaria, 1973.
Ø  FULLAT, O. Filosofías de la Educación. Ed. Bruguera, Barcelona 1982.
Ø  COMBS, Phllllp H. La crisis mundial de la educación. Barcelona, Edit. Península, 1975.
Ø  QUINTANA CABANAS, José M. Sociología de la Educación. Barcelona, Edit. Hispano-Europea, 1977.
Ø  LEVEQUE, R. y BEST, F. Para una filosofía de la educación. En “Introducción a la Pedagogía” de M. Debesse y O. Mialaret. Barcelona, Edit. Oikostau, s.a. 1972.
Ø  TOFFLER, Alvin.: El shock del futuro. Barcelona. Plaza y Janés, 1980.
Ø  WEIL, Oérard. Educación permanente y educación escolar en la pedagogía y educación escolar en la “Pedagogía en el Siglo XX”, de Guy Avanzini, Madrid. Edit. Narcea S.A., 1977 (Volumen colectivo).

* Artículo publicado en “Aula de papel”, Revista Oficial de la Facultad de Educación de la UNT. Año I. N° 1. Junio de 1987. Trujillo, Pág. 15 – 23.

sábado, 9 de octubre de 2010

Subdesarrollo y dependencia en América Latina

En el año 1973 publique un ensayo socioeconómico de la realidad Latinoamericana, una reflexión que pertenece a un periodo particular del tiempo. Sin embargo, aunque algunas variantes han quedado en desuso y otras se transformaron a partir de la caída del muro de Berlín, la instauración de la democracia y la entrada de la economía de mercado global; muchos de los problemas sociales permanecen vigentes. De allí que surge la pregunta, sin llegar a ser contrasistema ¿se puede ser crítico al sistema económico liberal y a su vez desear una economía global? La afirmación de esta pregunta es totalmente actual y debería ser propia de una sociedad democrática, en donde todos sus ciudadanos son participes de la construcción de su presente y futuro. Por su parte, Fernando de Soto en El misterio del capital, se cuestiona: ¿Por qué el capitalismo triunfa en occidente y fracasa en el resto del mundo?, manifiesta ¿Por qué la génesis del capital se ha convertido en un misterio semejante? ¿Y por qué las naciones ricas del mundo no explicaron a otras naciones cuán indispensable es la propiedad formal para la formación del capital?”. De igual forma, Andrés Oppenheimer ha señalado la responsabilidad política y ética de los bancos extranjeros en la capitalización de gobiernos dictatoriales en Latinoamérica, generando así el crecimiento de la deuda externa y no la capitalización de dichas economías. La idea de De Soto y de Oppenheimer  se enmarcan en las exitosas experiencias de los Tigres del Oriente (Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur), China, Chile e India en donde sus economías de mercado han pasado de la dependencia a la mutua relación comercial con otros países. De allí, que el camino a seguir tendrá que enrrumbarse por la revolución de la competencia y en función de alianzas estratégicas globales. A continuación presento el ensayo “Subdesarrollo y Dependencia en América Latina”, publicado en la revista Amauta de la Universidad Nacional de Trujillo.

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SUBDESARROLLO Y DEPENDENCIA EN AMÉRICA LATINA (*)


El objeto del presente trabajo es analizar algunos aspectos que determinaron la estructura actual del atraso latinoamericano, dentro de la perspectiva de la dominación que generalmente ha sufrido nuestro subcontinente, en su trayectoria histórica. Por lo mismo que el proceso del desarrollo se plantea ahora con mayor insistencia, se explica que cada día su problemática atraiga buena parte del pensamiento económico contemporáneo. En los países subdesarrollados como el nuestro, su estudio y solución es de una urgencia dramática, tanto por las manifestaciones materiales que el atraso exhibe y genera, cuanto por el hecho de que es cada vez mayor el abismo entre aquellos y los países subdesarrollados, fenómenos todos que en última instancia reconocen como causa fundamental, la sujeción y dominio a que han sido sometidos en los campos de la economía, la política y la cultura.

El centro y la periferia

Cada vez con mayor aceptación, se piensa que el crecimiento económico en las regiones atrasadas, ha sido frustrado, imposibilitando, por acciones provenientes del exterior, que han distorsionado las diversas esferas de la vida económica y social. Surge así una sociedad dominante (metrópoli o centro) y una sociedad dominada (colonia, semicolonia, periferia), de donde resulta una serie de relaciones todas ellas marcadas por la explotación — abierta, disfrazada, sutil o racionalizada — de la periferia, en función de la metrópoli que canaliza todos los recursos básicos de la sociedad dominada (metales preciosos, recursos mineros y agrícolas y principales industrias) para acentuar su control y, fundamentalmente, para cimentar su desarrollo.

Se produce algo así como una fusión de dos economías, pero dentro de una relación económica que es impuesta por el polo dominante, que subordina a la débil o periferia, a través de una serie de mecanismos cada vez más eficientes cuantitativa y cualitativamente y, a su vez, más potencialmente enervadores del afán de independencia de las regiones atrasadas. Se configura una relación de dependencia, en donde la periferia se desenvuelve como una facción complementaria de la economía metropolitana, a la que transfiere el máximo del excedente generado en su interior.

Explotación, subdesarrollo, dependencia

La situación de dependencia es genérica de la del subdesarrollo, ésta es, a su vez, un producto de la expansión y consolidación del capitalismo al que fueron integradas las economías convertidas en periferia. El capitalismo como sistema comprende diversas realidades que surgen igualmente de las diferentes relaciones que mantienen entre si dichas realidades. El subdesarrollo vendría a ser una consecuencia de las relaciones que se han originado en el proceso de desarrollo del capitalismo, fenómeno que ha ocasionado el capitalismo dependiente. Como acertadamente sostiene Theotonio Dos Santos: “el subdesarrollo no es un estado atrasado y anterior al capitalismo, sino una consecuencia de él y una forma particular de su desarrollo: el capitalismo dependiente” (1). En tal sentido, el subdesarrollo es esencialmente consecuencia de la explotación a que fueron sometidos ciertos países en una época determinada de su historia. Esta es la visión del subdesarrollo que desarrollaremos más adelante. Ahora veamos el fenómeno de la dependencia.

El desarrollo de América Latina está inscrito dentro de relaciones mundiales marcadas por la dependencia, hecho que determinó la existencia de un comportamiento especifico en lo referente a nuestro proceso de desarrollo, que puede ser tipificado como un desarrollo dependiente. Theotonio Dos Santos nos indica los siguientes rasgos característicos de la dependencia: En primer lugar, caracteriza la dependencia como una situación condicionante, entendiendo por tal aquella que “determina los límites y posibilidades de acción y comportamiento de los hombres”, frente a la cual caben dos posibilidades: a) “escoger entre las distintas alternativas dentro de esta situación...”; o b) “les cabe la posibilidad de cambiar esta situación condicionante a fin de permitir otras posibilidades de acción, es decir, actuar en el sentido de un cambio cualitativo..”

En tal sentido, nos dice que “La dependencia es una situación en que un cierto grupo de países tienen su economía condicionada por el desarrollo y la expansión de otra economía. La relación de interdependencia entre dos o más economías, y entre éstas y el comercio mundial, asume la forma de dependencia cuando algunos países (los dominantes) pueden expandirse y autoimpulsarse; en tanto que otros (los dependientes) sólo lo pueden hacer como reflejo de esa expansión, que puede actuar positiva o negativamente sobre su desarrollo inmediato. De cualquier forma, la situación básica de dependencia conduce a una situación global de los países dependientes que los sitúa en retraso y bajo la explotación de los países dominantes” En segundo lugar, indica que “la dependencia condiciona una cierta estructura interna que lo redefine en función de las posibilidades estructurales de las distintas economías nacionales”, las mismas que “delimitan cuáles son sus posibilidades de expansión, o mejor, las redefinen al nivel de su funcionamiento concreto” En tercer lugar, señala un aspecto esencial de la dependencia que es el referente a “la articulación necesaria entre los intereses dominantes en los centros hegemónicos y los intereses dominantes en las sociedades dependientes, La dominación “externa” es impracticable por principio. Sólo es posible la dominación cuando se encuentra respaldo en los sectores nacionales que se benefician de ella”. Esta situación de dependencia sólo es posible romperla mediante el cambio de dichas estructuras internas generadas por ella, lo que conduce —según Dos Santos— “al enfrentamiento con esta estructura internacional”. (2)

En los acápites anteriores, hemos delimitado algunos aspectos constitutivos del subdesarrollo y la dependencia, considerando a ambos como fenómenos surgidos dentro de marcos históricos comunes. Nos parece que esta visión es justa, porque describe y explica el subdesarrollo como consecuencia de las relaciones de explotación capitalista. Pero a su vez hay que indicar que dichas relaciones de dominación y explotación no son patrimonio de un solo sistema, sino que son el resultado y la consecuencia de la aparición en la escena mundial de los regímenes de clase, que en esencia descansan sobre relaciones de explotación. Lo anterior se fundamenta en la tesis sustentada por Álvaro Mendoza Diez (3) quien sostiene que en el proceso de desarrollo de la sociedad humana, las diversas formaciones económico-sociales han atravesado por la siguiente secuela autocracia- democracia-imperialismo. En un primer momento, el desarrollo asume un carácter autocrático, de fuerza o dictadura, mediante el cual trata de imponerse y consolidarse un nuevo tipo de sociedad, Un segundo momento del desarrollo en el mismo sistema asume un carácter democrático, seguido, por último, de un período denominado imperialista que constituye la fase de decadencia del sistema en general. La tesis propuesta es un aporte que enriquece la investigación social y abre nuevas perspectivas para una interpretación más integral del desarrollo. En efecto, el autor citado sostiene que el desarrollo económico es un aspecto del desarrollo histórico general y que, a la vez, es el aspecto sustantivo de dicho desarrollo, destacando la importancia de la interpretación histórica en el análisis de dicho problema. “La consideración del método histórico —afirma Mendoza Diez— representa también la mejor garantía de la validez de las conclusiones, por cuanto éstas reflejan mejor las direcciones probables que mira el desarrollo económico en el futuro inmediato y mediato”. (3)

Dentro de la visión señalada en el acápite precedente, el profesor Mendoza Diez formula la definición de desarrollo económico, en los términos siguientes: “El desarrollo económico —aspecto sustantivo del desarrollo histórico, con el cual se confunde— es un proceso social, de carácter autónomo o subordinado en cuanto a las fuerzas productivas materiales y humanas que, sobre la base de un medio natural dado generan un excedente económico, el mismo que es manipulado de manera espontánea o consciente por la comunidad, en beneficio de todos sus miembros o de una parte de ellos solamente, dependiendo la duración del proceso del tipo dominante de relaciones de producción, y subordinándose el ritmo de crecimiento al mayor o menor rendimiento de las fuerzas productivas utilizadas, cuyo principal motor de desarrollo son principalmente los ajustes introducidos, de modo pacífico o revolucionario, en el contexto institucional de las formas jurídicas de propiedad y de las formas políticas de gobierno, así como de los correspondientes valores y actitudes éticas, culturales y espirituales en general, observadas por los individuos, grupos o clases comprometidas en el desarrollo”. (4)

La definición citada es exhaustiva en el sentido de que abarca los elementos fundamentales y los mecanismos básicos que integran el proceso de desarrollo en cualquier formación socia. En tal sentido, hemos querido destacar la génesis del subdesarrollo, enmarcando a éste dentro de una visión más amplia, a fin de considerarlo como una manifestación de relaciones económicas concretas, pero que como fenómeno social se ha repetido históricamente, adquiriendo la fisionomía de las fuerzas que lo han generado. Las relaciones socio económicas han variado a través del tiempo, pero sobre la base de la explotación o aprovechamiento del excedente económico, mecanismo que describe la base de las relaciones entre los hombres, asentadas en la propiedad privada de los medios de producción... Este enfoque nos permite ubicar el subdesarrollo dentro de la perspectiva de la explotación, que es el carácter que asumen el conjunto de relaciones que imponen los agentes dominantes a los subordinados en una determinada situación particular. Con este mismo criterio, cuando se describe el subdesarrollo o cualquier proceso que establezca una relación entre un centro dominante y uno dominado, se hace alusión fundamentalmente no a una explotación y subordinación de unas regiones por otras, sino entre seres humanos, ya sea entre clases o demás estamentos de la sociedad. Así entendida, la explotación surge como una “relación social determinada” que esencialmente se cumple en el campo de las relaciones humanas dentro de las sociedades clasistas. De este modo, se considera la relación social de explotación como la categoría inmediata, sin la cual los problemas del hombre y el conocimiento no son comprensibles y además representa “la realidad constitutiva epistemológica e histórica, natural y política más profunda de una sociología científica que asume concretamente los valores de la edad moderna y que identifica los antivalores, la realidad, en la sociedad de mercado, en el materialismo de las relaciones humanas, y en el egoísmo de las relaciones del hombre que tienen como base la propiedad privada de los medios de producción”. (5)

El tercer mundo y América Latina

Las consideraciones teóricas que hemos descrito hasta aquí sobre la problemática del desarrollo, nos permiten con mayor claridad iniciar un somero examen acerca de las áreas que forman el mundo subdesarrollado. En esta forma, las relaciones de dependencia y explotación que se establecen entre el centro y la periferia, definen la situación de lo que comúnmente denominarnos el Tercer Mundo, aún cuando esta expresión que designa a un grupo de países no es del todo precisa, pues no señala verdaderamente su realidad socio económica. Como ya se ha dicho, el Tercer Mundo “no es realmente tercero, es parte de uno de los otros dos mundos”. (6)

Dichas regiones, las actualmente subdesarrolladas, ingresaron así en un estado de estancamiento, acomodando su existencia al ritmo de las decisiones decretadas por el exterior. Esto generó su alienación y dependencia (satélites dependientes). Y como consecuencia, el traslado de la riqueza del sector dominado (que por tal razón devino de explotado o subdesarrollado) a la metrópoli, lo que posibilitó el rápido desarrollo de la misma y, consecuentemente, produjo por la fuerza, el subdesarrollo de la periferia; ésta continuó, desde este momento, succionada por el centro. Esta relación de dependencia, por un lado, y de dominio, por otro, que surgió con el desarrollo del capitalismo, es lo que André G. Frank denomina como el desarrollo del subdesarrollo para indicar que dentro de un mismo proceso el desarrollo de unos países generó simultáneamente, o estuvo basado en el subdesarrollo de los demás. (Asia, África, América Latina y otras regiones). (7)

Sin tener en cuenta el enfoque socio-histórico de este problema, sería imposible explicarnos acertadamente cómo un grupo determinado de países se desarrolló y dejó atrás al resto del mundo, teniendo presente, además, que muchos países o regiones actualmente atrasados no lo fueron siempre, ni mucho menos;  igualmente, no se puede afirmar que en épocas anteriores al desarrollo de los actualmente países capitalistas avanzados, el mundo estuviese en estado de subdesarrollo, como el que existe actualmente en el Tercer Mundo. Que no estaban desarrollados si se estima conforme a los prototipos científicos actuales, tal vez — afirma Paul Sweezy— pero no, de ninguna manera subdesarrollados en el sentido en que están subdesarrollados ahora África, América Latina y la mayor parte de Asia. De hecho, cada uno de los continentes, en algún momento de la historia, ha producido una elevada civilización, con la excepción tal vez de lo que hoy es Estados Unidos. Y las alturas alcanzadas, material, cultural e ideológicamente en diversas partes de lo que hoy es el mundo subdesarrollado son, por supuesto, extraordinariamente impresionantes para las normas de aquel tiempo, y, en muchos respectos, para las normas de nuestro tiempo también. (8)

Sin lugar a dudas, la ruptura total con las fuerzas que han frustrado el desarrollo de las áreas actualmente subdesarrolladas, constituye uno de los prerrequisitos fundamentales para dar comienzo a un auténtico proceso de desarrollo económico y social. Porque de lo que se trata, es precisamente de eso. Iniciar el desarrollo con el máximo conocimiento de la propia realidad y posibilitar la plena realización del hombre. Hay progreso social, “en el grado en el que las sociedades, y la sociedad humana en general, son libertadoras conscientes del hombre, creadoras de valores humanos”. (9)

Mediante algunos registros estadísticos, se puede comprobar claramente la situación del Tercer Mundo respecto de las áreas desarrolladas. Así, en el campo de la población y de la producción hay que tener en cuenta los datos siguientes: a) que los países capitalistas avanzados abarcan alrededor del 20% de la población mundial y producen alrededor del 60% de la producción mundial; b) que los países que tienen una planeación central (socialistas) - abarcan alrededor del 30% de la población y también alrededor del 30% de la producción mundial; y c) que los países que forman el llamado Tercer Mundo (subdesarrollados) abarcan el 50% de la población del mundo y producen tan sólo el 10% de la producción mundial. (10)

Por otra parte, el Informe Pearson, que es el documento de mayor actualidad sobre el desarrollo del sistema capitalista, nos indica que mientras los países desarrollados abarcan el 34% de la población mundial y producen el 87.5 de la producción del mundo, los países subdesarrollados que abarcan el 66% de la población mundial sólo representan el 12.5 de la producción mundial (11). Las fuentes estadísticas citadas nos permiten apreciar la situación de inferioridad del Tercer Mundo, respecto de los países capitalistas avanzados y del mundo socialista en general.

La situación de América Latina traduce un caso bastante común del mundo subdesarrollado, que el economista John Gerassi describe así: “En la actualidad, los latinoamericanos emplean hasta el 40% de sus ganancias en el extranjero, simplemente para pagar los intereses de los empréstitos hechos por el mundo industrializados”. Hacia 1950, E.U.A. controlaba el 50% de su P.B.N. y actualmente dicho control se extiende, hoy en día, al 85% de las fuentes de materias primas. Una compañía norteamericana, la United Fruit, controla más del 50% de las ganancias extranjeras y, por lo tanto, de toda la estructura económica de seis países latinoamericanos. Igualmente, refiere el autor citado que, a partir de la creación de la Alianza para el Progreso, “los hombres de negocios norteamericanos han enviado a E.U.A. cinco mil millones de dólares de ganancia, mientras que han invertido nominalmente dos mil millones de dólares, y que la Alianza misma, que supuestamente presta dinero para proyectos de progreso social estrictamente, ha reservado el 86% de sus ganancias a otorgar créditos para la compra de artículos norteamericanos”.

No se crea, tampoco, que lo anterior es un fenómeno de reciente aparición. Según el mismo Gerassi, el imperialismo norteamericano “quedó de manifiesto ante el mundo, pero no ante los norteamericanos, desde 1823, cuando el Presidente Monroe enunció lo que ahora se conoce con el nombre de Doctrina de Monroe. A juicio del autor mencionado, la doctrina Monroe no significó una defensa de América Latina, pues dicha declaración ha sido interpretada por Estados Unidos como si dijese que “el resto de Europa no debe meterse en esto, porque América Latina es nuestra”. El mismo autor relata que en 1824, “el Secretario de Estado John Quincy Adams le dijo a Simón Bolívar, uno de los grandes libertadores de América Latina, que no se metiese en Cuba y Puerto Rico porque la Doctrina Monroe “no ha de interpretarse corno si autorizase a los débiles a mostrarse insolentes con los fuertes”. (12)

Además de lo anterior, se advierte en los últimos decenios, una creciente dependencia financiera de Latinoamérica, respecto del exterior, a tal extremo que nuestra región demanda nuevos recursos externos para cancelar sus obligaciones anteriores. Todo esto acordado en los términos y condiciones más convenientes para los centros financieros internacionales, que de esta forma van acentuando más la dependencia financiera de las economías latinoamericanas, hecho que constituye uno de los obstáculos más poderosos para su desarrollo, al mismo tiempo que representa para los prestamistas uno de los mecanismos más eficaces para obtener elevadas utilidades y evitar todo tipo de reformas que alteren el predominio del capital metropolitano. Es decir, que se quieren conservar inalterables ciertas estructuras tradicionales y evitar las reformas básicas internas mediante la búsqueda de la “ayuda” externa. Así es factible —indica Miguel S. Wionczkek al analizar el endeudamiento público externo en América Latina— llegar a la conclusión de que nuestra parte del mundo ha usado en los últimos años gran parte de su capacidad de endeudamiento, con la complacencia del exterior como sustituto de las reformas estructurales internas”. El mismo autor basado en los datos de la CEPAL, CORE’ y el F.M.I., declara que el endeudamiento público externo de América Latina ha tomado proporciones dramáticas y refiere que en los últimos diez años (1957 — 1966) “la deuda pública externa latinoamericana a plazo mayor de un año, se ha triplicado de 4,100 millones de dólares a fines de 1956, a 12,600 millones de dólares a fines de 1966”. En cuanto al servicio de la deuda pública (amortización e intereses) se incrementará entre 1956 y 1966 más de cuatro veces, de 450 millones a cerca de 2,000 millones de dólares anuales. Según Wionczkek, los países latinoamericanos necesitan unos 2,000 millones de dólares al año para pagar el servicio de la deuda pública externa. (13)

Evolución histórica de la dependencia de América Latina

Históricamente, la dependencia y subordinación de América Latina se instaura a partir de la invasión hispánica, y desde allí a lo largo de su historia hasta el presente. En general, nuestra historia ha estado enmarcada dentro de una relación de dependencia colonial que empieza con la expansión del sistema mercantilista europeo, fenómeno que explica el ansia de los conquistadores por la acumulación de metales preciosos (el oro y la plata). Los dos recursos de mayor significación económica que ofrecía América Latina en tiempos de la conquista, fueron los metales preciosos y la gran abundancia de mano de obra necesaria para la explotación de los mismos. Fue así como “la periferia latinoamericana cumple históricamente, en relación a los sistemas mercantiles, la función de un banco emisor. Es decir, el oro y plata disponible en los yacimientos latinoamericanos va a funcionar, en relación al desarrollo de los sistemas mercantiles, como si surgiera un banco emisor que suministrará uno oferta altamente elástica de dinero. Este es, por consiguiente, un recurso rigurosamente excepcional, valorable en el más alto grado por los conquistadores” (14). No otra cosa significa que, en 100 años solamente, Europa haya quintuplicado la cantidad de oro amasado en más de 2,000 años anteriores (15). Esta desmedida explotación de los metales preciosos y los motivos de la colonización hispánica fueron señalados, en aquel entonces, por los mismos conquistadores y religiosos peninsulares, y dicho aprovechamiento de las minas de oro y plata se llevó a cabo mediante la explotación de la mano de obra indígena, en base a su alta civilización y gran organización social (16).

De esta manera, la periferia latinoamericana y la metrópoli van a formar un solo modo de producción en la que, la primera, genera el excedente a favor de la última que se apropia de la mano de obra y de los recursos ofrecidos por la región sometida. Esta es la función que van a cumplir los institutos de la encomienda y los repartimientos creados por los españoles. Según Lessa, los mecanismos básicos de apropiación del excedente fueron “Las normas impositivas directas que la corona ejercía en relación a todas las actividades de la periferia, “el montaje de un sistema mercantil de privilegio con relación al comercio con la periferia”. (Op.cit., p. 14 s).

Con el advenimiento de la Revolución Industrial, se produce el surgimiento de Inglaterra y, a su vez, el sistema ibérico se debilita, trayendo como resultado que tanto la metrópoli como la periferia acusen una relación de dependencia con respecto a Gran Bretaña. Es así como se va a producir —indica Lessa— una reevaluación de la periferia; “ahora, a fines del siglo XVIII y a principio del siglo XIX una evaluación totalmente nueva, un cambio de valores se va a operar en relación a la periferia, pero no es más por supuesto, la periferia precolombina; es aquella periferia con la estructura que se ha engendrado a lo largo de los 3 siglos de desarrollo colonial”. (Op.cit., p. 20 s).

Si bien la Revolución Industrial va a alterar las relaciones económicas de todo el mundo capitalista, “en la cual surgen nuevas relaciones especializadas entre las distintas naciones y regiones en que esta red interconectada”, para América Latina significó una reevaluación de dicha región. Así por ejemplo, “algunos recursos que no tenían importancia alguna para los sistemas mercantiles, pasan a ser los recursos que no tenían importancia alguna para los sistemas mercantiles, pasan a ser los recursos de la periferia más significativos, para la etapa de la revolución industrial”, especialmente los suelos que van a ser empleados en la producción de alimentos. Los recursos y regiones irrelevantes durante el sistema mercantil, pasan a ser los recursos y regiones más significativas en el siglo XIX. Igualmente, desde ahora, el vínculo de la periferia con el centro va a estar encuadrado dentro de una “relación de dependencia colonial en la cual la economía periférica es diseñada como generadora de un excedente, especializado y apropiado unilateralmente para el centro, es decir, trasladado con apenas una dirección para el centro, pero sin lograr ser definiría como región productora de alimentos y de materias primas industriales” (Lessa, Op.cit., p. 21 s).

La expansión de la economía inglesa genera una modalidad nueva en las relaciones del centro con la periferia, y así como en la etapa del desarrollo colonial se produjo en el área latinoamericana una rápida y creciente expansión de las actividades económicas, en tiempos de la Revolución Industrial se opera nuevamente una dinamización de las actividades económicas de la periferia que cualitativamente difieren de la anterior. Esto no significa, por supuesto, la ruptura de las relaciones de dependencia colonial sino un nuevo tipo de relacionamiento de la periferia con la metrópoli. Esta nueva relación de dependencia es denominada por Lessa, como relaciones de dependencia primario exportadora o relaciones de dependencia mercantil, caracterizada por: a) un mecanismo que va a ser el famoso deterioro de las relaciones de intercambio, y b) por un segundo mecanismo que va a ser rendimientos obtenidos por las propias Inversiones realizadas por el centro en la periferia. (Lessa, Op. cit., p. 23 s)

De lo anterior se desprende claramente la importancia que América Latina ha tenido en el desarrollo mundial y cómo ésta fue incorporada dentro de un sistema de relaciones económicas que definieron su estructura subdesarrollada que la acompaña hasta el presente. Dentro de la explotación imperialista a que ha estado sometida, la periferia sólo podrá desarrollarse en la medida que destruya las relaciones que la han convertido en un objeto de explotación de diversa índole.

Lo expuesto tiene también otras facetas que están ligadas al análisis precedente. Es el hecho de que las economías latinoamericanas o dependientes del proceso capitalista de desarrollo, al ligar su destino a diferentes centros, van adquiriendo la fisonomía y estructura que más conviene a la estructura de la economía desarrollada. De este modo, la vinculación con los centros peninsulares, España y Portugal, generó una estructuración y organización de la economía periférica, diferente a la que más tarde implicó el predominio de Inglaterra y, posteriormente, de Estados Unidos. Indicamos más arriba cómo el predominio de Gran Bretaña impuso cierto dinamismo y modernización de la periferia bajo su control, tan sólo porque necesitaba las materias primas para su producción, cuando porque le interesaba crear mercados para sus productos. En cambio, la relación de dependencia que establece respecto de la economía norteamericana toma un nuevo giro, pues ésta ya no depende como la inglesa de la economía periférica, ya sea en lo que concierne a recursos naturales y mercado interno, por ejemplo, de ahí que como sostiene Gardoso y Faletto: “la relación de dependencia adquiere así una connotación de control del desarrollo de otras economías, tanto de la producción de materias primas como de la posible formación de otros centros económicos”.

El fenómeno anterior presenta afinidad con las funciones que van a desempeñar las clases y grupos sociales de la periferia, en relación con el centro. El predominio británico va a estar ligado “en lo social al grupo de los productores nacionales y con el ingreso de Estados Unidos se va a producir el crecimiento de los grupos exportadores, así como un crecimiento significativo de los sectores urbanos” (17). Las clases dirigentes nativos van a servir de enlace para instaurar y mantener el predominio del polo dominante y de esta vinculación o relación con el país o países dominantes surge su posición de dominio interno, que no es más que una manifestación de la actividad de dominación que ejercen estos últimos. Esta situación se configura mediante la adopción por las clases dominantes de determinadas ideologías que van a asegurar su dominio, permitiendo la explotación de las clases sometidas en el orden interno y la sujeción del país en el orden externo.

Las ideologías dominantes en una área subdesarrollada cumplen dos funciones básicas, apunta Tomás A. Vasconi: Primero: Levantar toda una superestructura que legitime su relación de clase dirigente local con la del “centro dominante”, y segundo: luego, ya en el orden interno, legitimar su propia posición dirigente, al operar como medio de dominación e instrumento de “distinción” con relación a las clases o grupos subordinados” (18).

Los mecanismos y relaciones diseñados líneas arriba son el subdesarrollo y dependencia de América Latina, determinaron la estructura colonial o semicolonia de la región, la que ha orientado sus recursos básicos en función del  desarrollo de los países que la han subordinado económicamente a lo largo de su historia. Las relaciones de dependencia con los polos dominantes han sido fundamentalmente relaciones de explotación  de  recursos humanos y naturales, mediante la apropiación y manipulación del excedente económico.

La nueva dependencia de América Latina

En épocas anteriores, la economía latinoamericana se podía tipificar como agraria exportadora, no industrial, productora de materias primas y productos agrícolas. El principal sector económico era el primario y las principales actividades estaban concentradas en la agricultura y la minoría. Esta imagen de América Latina dominada por intereses rurales estrechamente ligados al sector externo, es lo que ha prevalecido hasta hoy en la, mayor parte de las interpretaciones hechas sobre la realidad latinoamericana. Sin embargo, nuevas y más documentadas investigaciones nos describe otra imagen que está de acuerdo con las transformaciones que están ocurriendo en la estructura socio-económica de América Latina, sobre todo desde los tiempos de la postguerra. Los intereses externos ya no son     - como se creía anteriormente - opuestos a la industrialización y orientados fundamentalmente a la agricultura y a la minería. El carácter del capital extranjero asume otras funciones y cambio radicalmente su orientación, modificando las relaciones de dependencia y dominación de la periferia latinoamericana. Este fenómeno es descrito por Theotonio Dos Santos como la nueva dependencia de América Latina.

Este nuevo enfoque del proceso de dominación que sufre Latinoamérica, “procura mostrar que los problemas fundamentales de América Latina (la marginalidad, la estagnación económica, los límites al desarrollo, la conservacl6n de la estructura agraria atrasada, etc.) se presentan hoy día dentro del proceso de industrialización capitalista”- afirma Dos Santos. Igualmente, nos dice que “en estos países (los latinoamericanos), la industrialización y el capital extranjeros se combinan y se tornan progresivamente en una sola realidad”, pues en dichos países, la industrialización “se está realizando dentro del marco del proceso de integración capitalista mundial, bajo el dominio del capital monopólico”. (19).

Del análisis que el autor citado hace de las inversiones norteamericanas, se desprende que hasta el año 1940, el principal sector de la economía que absorbía dichas inversiones era el primario (91.6% en 1929) y en cambio el sector manufacturero en esa misma época sólo representaba el 6.3% de las inversiones directas norteamericanas. A partir de 1950, el sector de manufacturas evoluciona rápidamente hasta alcanzar el 17%, llegando en el período 1961-62 al 60% de dichas inversiones. Tanto los capitales norteamericanos especialmente y los demás, no sólo han intensificado sus montos, sino que se integran cada vez mayormente en las actividades industriales. Este proceso de intensificación de las inversiones extranjeras en el sector industrial ha traído consigo una nueva división internacional del trabajo entre las naciones capitalistas. Así por ejemplo, los países más adelantados detentan el monopolio de la industria pesada compuesta de máquinas para hacer máquinas, conjuntamente con las nuevas aplicaciones de la electrónica y la automatización de los procesos mecánicos. Hay otro sector de la Industria moderna referida únicamente a la producción de bienes livianos y durables que serían de competencia de las economías dependientes del capital monopólico extranjero.

Como consecuencia de tales cambios en la orientación de las inversiones extranjeras, el imperialismo penetra y domina el sector capitalista industrial de las economías subdesarrolladas, “formándose corporaciones que generalmente son filiales de las corporaciones norteamericanas o europeas”, que gracias a la debilidad económica de las regiones en donde operan, asumen “una forma todavía más intensamente explotadora”, pues su capacidad de dominio monopólico del mercado le permite aumentar sus ganancias sin acudir a nuevos mercados, hechos que limitan el “impacto desarrollista que las empresas podrían tener en esas economías” (Das Santos, Op.cit.). En segundo lugar, se produce una integración intensiva de la economía de los países receptores de capital por el capital foráneo, que aumenta su dependencia económica del exterior. Este proceso es señalado por Dos Santos en los siguientes apartados: “Con el desarrollo de la industrialización en los países subdesarrollados, la producción comienza a destinarse, en escala cada vez mayor, al mercado interno. De ahí nacerán las esperanzas en el cambio del centro de decisiones económicas hacia dentro de esas economías; pero, como esa industrialización se hace basada en el capital extranjero, éste se adueña del sector más avanzado de la economía y cierra, cada vez más fuertemente, sus cadenas sobre dichas economías, haciéndolas más dependientes” (Op.cit., p. 23 s).

Y esto naturalmente porque las empresas organizadas en nuestros países, son subsidiarias de los grandes monopolios extranjeros, los mismos que se integran en sistemas internacionales mayores. De ahí que las empresas de los países subdesarrollados se orienten de acuerdo con los intereses de los monopolios de los cuales dependen económicamente y se ajusten a patrones extraños a ellas.

Este proceso de integración de las economías industriales—periféricas ha sido denominado como “la internacionalización del mercado interno” (Cardoso y Faletto), para tipificar la integración del capital extranjero en el sector industrial de los países subdesarrollados, acelerando el control externo de la economía por las grandes unidades monopólicas internacionales. Este es el marco dentro del cual debe entenderse e interpretarse el proceso de dominación actual de América Latina, así como el desarrollo de cualquiera de los países de la región. No se puede tener una adecuada imagen del proceso de desarrollo mediante un análisis unilateral, que sólo comprenda una de las partes de dicho proceso. Así, un análisis integral del desarrollo tiene que comprender tanto el centro como la periferia, de la misma manera que el enfoque del capitalismo dependiente no se puede realizar al margen de las consideraciones sobre el desarrollo del capitalismo en los centros dominantes. Un enfoque estructural de estos problemas no puede perder de vista la inserción de los países capitalistas dependientes en un sistema mayor que los engloba tanto a ellos como a los países metropolitanos. En el caso que nos ocupa, la estructura mayor sería el sistema capitalista mundial que comprende las áreas desarrolladas como las subdesarrolladas. Estas últimas por supuesto, en estado de dependencia con respecto a las primeras. Pero de modo general, es el marco de la dependencia el que tipifica la historia de las sociedades latinoamericanas con mayor precisión, aunque se hayan producido diversas modifica- clones, pero sin alterar esencialmente esta situación.

El análisis de situaciones concretas no implica necesariamente el abandono de la situación general, pues las peculiaridades que registra dicho enfoque enriquecen el análisis del caso particular, pero no puede estar en desacuerdo con la constante del proceso que surge de la misma realidad de los pueblos capitalistas de pendientes. Sólo así tendremos una comprensión más completa del proceso de desarrollo en general, o circunscrito a una determinada realidad, en particular. Lo que importa es captar los rasgos dominantes del proceso, los elementos esenciales, sin lo cual nos perderíamos en los detalles de los casos particulares. Como bien lo destaca Paul A. Baran, “para intentar llegar a la comprensión de las leyes del movimiento, tanto de las zonas avanzadas como de las regiones atrasadas del mundo capitalista, es menester y de hecho es obligatorio, prescindir peculiaridades de los casos particulares y concretarse en las características esenciales que les son comunes”. (20)

En lo que sigue, veremos algunos aspectos relacionados con el desarrollo y la forma cómo se ha llevado a cabo en las diferentes regiones y países.

Los modelos del desarrollo

Como indicamos anteriormente en este trabajo, existe un gran interés en nuestro tiempo por los temas del desarrollo económico, ya sea en los países industrializados como en los llamados subdesarrollados. Es fácil observar la abundante literatura que se ha dedicado al respecto, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial. Del mismo modo, es de notar que dicha producción intelectual que abarca una multitud de libros y artículos “contrasta con los precarios progresos materiales y sociales registrados en la mayor parte de los países “subdesarrollados. Asimismo, contrasta también con la debilidad de las enseñanzas que, con pocas excepciones, se puede sacar de esos escritos” (Charles Bettelheim) (21)

El enfoque más generalizado proveniente de los especialistas de los países altamente industrializados ha destacado, la mayoría de las veces, las manifestaciones que genera el subdesarrollo, emitiendo el análisis riguroso de las causas que lo engendran. No se trata de negar que dichas manifestaciones se dan o se cumplan dentro de la estructura socio—económica de un país atrasado, sino relevar la importancia que tiene para estos detectar las raíces fundamentales de su atraso, pues de otro modo no se podría remover y superar los obstáculos básicos, sin lo cual no puede hablarse seriamente de una estrategia o política de desarrollo. Es más, ya que como a- punta el profesor Aguilar Monteverde “muy a menudo sucede que las fallas más graves de que adolece una política económica no son propiamente de orden práctico, sino más bien reflejos y consecuencias Inevitables de planteamientos teóricos insuficientes, unilaterales, estáticos o simplemente falsos y erróneos”. (Teoría y política del Desarrollo Latinoamericano, UNAM. Textos Universitarios, México 1967).

El señalamiento de las tendencias descritas torna eficaz —por la importancia del problema— la mera visión descriptiva que postulan algunas interpretaciones del subdesarrollo que, en el mejor de los casos, identifican el fenómeno en términos simplemente económicos, como un proceso meramente cuantitativo y carente de contenidos sociales y políticos. En resumen, el subdesarrollo es el resultado de los efectos de las relaciones de producción del sistema capitalista mundial. El sometimiento de dichas relaciones impuso a ciertos países la condición de subdesarrollados que exhiben desde el momento en que fueron integrados a la dominación capitalista. En síntesis, podemos afirmar que en el estudio del problema el examen de las partes no debe llevar a perder la visión del todo que es el determinante del fenómeno general.

El remarcado interés por la temática del desarrollo en la época actual, presenta además, otra característica en el campo intelectual. El análisis teórico ha variado de una escuela a otra y aún entre los representantes de una misma corriente, en razón de lo diversos enfoques metodológicos y al uso indebido de las categorías que sustentan los análisis, lo que genera un sinnúmero de confusiones. Lo anterior se acentúa por las diferencias ideológicas y políticas de los autores que es una de las razones básicas más importantes para comprender las diversas concepciones técnicas elaboradas sobre el problema. En tal sentido, González Casanova nos dice que: “El análisis de la posición política puede iniciarse en cualquier caso con el uso de una categoría elemental que es susceptible de enriquecerse hasta llegar a otras más detalladas y concretas: la de partidarios y enemigos del status quo. En toda sociedad, los autores o investigadores se ubican siempre en un punto que está en el origen inmediato de sus concepciones ideológicas y conceptuales, determina sus diferencias esenciales” (22).

Por lo demás, y en acuerdo con las líneas anteriores, el famoso economista Paul A. Baran en su valiosa obra anteriormente citada, nos habla del desarrollo económico como un proceso que ha sido impulsado por las clases y los grupos empeñados en el establecimiento de un nuevo orden social, los mismos que entran en pugna con los defensores del status quo. “El desarrollo económico nunca ha sido un proceso suave y armonioso que se desenvuelva plácidamente en el tiempo y en el espacio” (Baran, Op.cit., p. 19 s)
De acuerdo con los acontecimientos históricos registrados en la época contemporánea, es posible tipificar en forma clara las principales variantes que presenta el desarrollo, no sólo en razón de las peculiaridades regionales o nacionales, sino de las diferentes concepciones políticas, económicas, e incluso filosóficas. En este sentido, se habla de dos y hasta de tres modelos históricos de desarrollo económico, hecho que está en desacuerdo con la tendencia a proponer un sólo modelo universal que se tiene que repetir indefectiblemente. Nuevos trabajos e investigaciones sobre este problema nos revelan este aserto, que abre nuevas posibilidades y enriquece la problemática del desarrollo en los países económicamente dependientes.

Dentro de la perspectiva trazada anteriormente, el destacado economista Oscar Lange (23) distingue tres modelos históricos de desarrollo económico. El primero correspondería al que siguieron los países de Europa Occidental y los Estados Unidos de Norteamérica, denominado modelo capitalista. El segundo es el modelo socialista que se llevó a cabo en la Unión Soviética, Europa Oriental y Central, y después en China y otros países de Asia. Del mismo modo, señala un tercer modelo que él denomina modelo revolucionario nacional, que se está implantando en algunos países que están logrando su independencia de las grandes potencias occidentales. Lange, señala además, que el factor esencial del desarrollo en dichos modelos es el aumento en la productividad del trabajo que se logra mediante: a) la acumulación de parte del producto de la economía con propósitos de inversión productiva; b) el progreso técnico; y c) el mejoramiento o perfeccionamiento de la organización de la actividad económica. (Op. cit., p. 93)

Siguiendo a Oscar Lange, el modelo capitalista tenía como característica esencial que la acumulación y las inversiones productivas fue llevada a cabo por la burguesía urbana que se desarrolló en las ciudades, empleando su riqueza proveniente de las actividades mercantiles en diversiones productivas, estableciendo las condiciones necesarias que impulsaron el desarrollo capitalista. Luego, la explotación de las colonias pasó a ser una de las fuentes más importantes de la acumulación capitalista, que conjuntamente con los monopolios comerciales y las inversiones de capital en dichas regiones, cimentaron el desarrollo de los países de Europa Occidental. El mismo proceso acarreó la ruina de los pequeños campesinos y artesanos, que ya sin bienes fueron convertidos en trabajadores asalariados.

Fue también el Estado, la institución que en los primeros períodos del desarrollo capitalista facilitó o aportó una parte de la acumulación de capital. Este hecho ha tratado de ocultar los defensores del liberalismo presentándose como enconados partidarios del antiimperialismo, negando al Estado participación en la vida económica. Muy por el contrario, la investigación histórica del desarrollo demuestra la gran importancia que el Estado ha tenido en los inicios del capitalismo gracias al apoyo que prestó a la burguesía para su consolidación. Al respecto, Lange declara: “No debe olvidarse que (en particular durante las primeras etapas del desarrollo capitalista) el Estado desempeñó una función bastante importante, ya sea invirtiendo directamente en campos tales como ferrocarriles y comerciales, o subvencionando a empresas privadas. Particularmente en la construcción de lo que llama infraestructura o gastos generales fijos (sociales) de la actividad productiva, el Estado fue muy activo como inversor o subvencionador de inversiones privadas. De esta forma, la inversión pública desempeñó un papel importante en el modelo de desarrollo capitalista”. (Op.cit., p 95—96)

El modelo de desarrollo descrito se quiso presentar como el único a seguir pretendiendo fuese “como una especie de ley universal del desarrollo”. Asimismo, se ha intentado demostrar que los países capitalistas altamente industrializados de ahora, han logrado su actual desarrollo en forma espontánea, lenta y sin conflictos. Se destaca tan sólo la libre iniciativa privada y el libre juego del mercado como los impulsos más poderosos del desarrollo capitalista en tales países; se ha tratado de ocultar el papel desempeñado por una serie de regiones sistemáticamente explotadas por el capitalismo occidental que aceleraron el proceso de desarrollo de las naciones que ahora forman el mundo desarrollado. Las consecuencias derivadas de tal situación impiden que los países sometidos económicamente no puedan acudir a las mismas fuentes de acumulación primaria y se enfrenten a obstáculos provenientes de la acción del capitalismo mono- polista o del imperialismo moderno.

En el campo de la teoría económica se ha tratado de hacer “tabla rasa” de los hechos históricos arriba mencionados y, del mismo modo, se han inventado ingeniosamente una serie de “obstáculos” que harían impracticable el desarrollo económico en las regiones atrasadas sin el “auxilio” de los países altamente desarrollados. Inclusive, se ha llegado a sostener que el atraso de los países subdesarrollados se debe al crecimiento “excesivo” de su población, y que por consiguiente, cualquier esfuerzo de dichas regiones por desarrollarse sería vano, si no se detiene el acelerado crecimiento demográfico. Este es el argumento sombrío y pesimistamente falaz, mediante el cual los neomalthusianos (24) se afanan por “explicar” el atraso y estancamiento de las sociedades actualmente atrasadas. Como bien lo ha subrayado Paul A. Baran, “la posición neomalthusiana convierte el desarrollo económico en una tarea inútil, imposible por causa de la naturaleza misma de la especie humana” (Op.cit., p. 33)

Es de advertir, que el desarrollo de grandes monopolios en la economía occidental movilizó la exportación de capitales a los países menos desarrollados, tomando dichas inversiones un carácter peculiar, pues se concentraron en la explotación de recursos naturales y materias primas para abastecer las industrias de la metrópoli. A su vez, desarrollaron el sector de la producción de alimentos destinados a la exportación y por consiguiente de la infraestructura necesaria para facilitar tal exportación. “En consecuencia —afirma Oscar Lange— las economías de los países subdesarrollados se canalizaron en un sólo sentido como economías productoras de materias primas y alimentos para la exportación. Las ganancias que el capital extranjero obtenía en estos países se utilizaban no para la reinversión en los mismos, sino que se reexportaban a los países de los cuales provenía el capital. Pero, si se invertían en los países subdesarrollados, se trataba principalmente de inversiones en industrias de materias primas y de medios alimentarios y para la construcción de la infraestructura. Sin embargo, los beneficios no se dedicaban en una medida digna de mención a inversiones industriales, que constituyen, como sabemos por experiencia, el elemento realmente dinámico del desarrollo capitalista moderno”. (Op.cit., p. 97)

De la nueva orientación que han tomado los capitales extranjeros en los países subdesarrollados en las últimas décadas, ya nos ocupamos más atrás al referirnos a la nueva dependencia de América Latina. Al parecer, resulta, una consecuencia lógica de toda la acción desplegada históricamente por el proceso de desarrollo del capitalismo en los países que conforman el llamado Tercer Mundo.

Prosigamos ahora con el modelo socialista de desarrollo, en atención al esquema presentado por Oscar Lange. Su inicio estuvo precedido por radicales transformaciones sociales y políticas que determinaron dos medidas principales: la nacionalización de la industria capitalista, del comercio, de las finanzas, de los transportes, y de otro lado, la implantación de la reforma agraria que fomentó el desarrollo de la producción agrícola. Estas medidas permitieron y echaron las bases para la acumulación, pues las industrias nacionalizad as aportaron ganancias que fueron destinadas a nuevas inversiones industriales, desarrollándose de este modo, el sector industrial en base a la reinversión de sus propia ganancias. La población agrícola beneficiada con la reforma agraria contribuyó también a reforzar la inversión, pues los campesinos aportaron con parte de sus ingresos mediante la entrega obligatoria de sus productos al Estado a precios rebajados.

Este modelo socialista trajo consigo la implantación de una nueva forma de política económica, como es la planificación, elemento fundamental de rápido crecimiento que han experimentado las economías socialistas —v.g. la Unión Soviética— que en casi cuarenta años se convirtió en el segundo país más industrializado del planeta, y que ahora, conjuntamente con Estados Unidos, son las economías más desarrolladas del mundo actual.

La panificación de la economía permite asegurar la inversión productiva mediante la movilización racional de los recursos, a fin de lograr un aumento del ingreso nacional qué supere la tasa de crecimiento poblacional, para, lo cual dicha inversión debe estar dirigida hacia los canales adecuados para llevar a cabo el crecimiento más rápido e integrado de los sectores que forman la economía nacional.

Un tercer modelo de desarrollo económico parece dibujarse —según Lange— en diversos países que se han emancipado de la dependencia colonial o semicolonia, de acuerdo con las características siguientes: a) los factores más importantes del desarrollo son el Estado y la inversión pública al igual que en el modelo socialista, esto por la debilidad de los sectores medios capitalistas que, por el contrario, han ligado sus intereses al capital foráneo del cual dependen; y b) la segunda característica de este modelo consiste en que la nacionalización generalmente está dirigida al capital extranjero como medio de emancipación política y, por lo general, no comprende el capital nacional. Se trata de alentar y movilizar los capitales privados hacia las actividades productivas; se fomenta procesos de reforma agraria con el objeto de modernizar la producción agrícola, para obtener excedentes que se inviertan en la actividad industrial. Se pretende desplazar a los antiguos terratenientes al campo de la industria. El empleo de la planificación como instrumento dé desarrollo, sería otro de los rasgos que describen el modelo revolucionario nacional.

A nuestro juicio, este último modelo considerado por Lange, el revolucionario nacional, si bien guarda algunas similitudes con uno de los anteriores —el socialista— no determina con precisión el sistema económico- dentro del cual se encuadra. En este sentido, podemos decir que es un estado de transición que irá desplazándose en razón de las tendencias de los intereses económicos dominantes, hacia alguno de los dos modelos definidos anteriormente. Es en virtud de estas características, que su denominación no exhibe la precisión metodológica que se advierte en los primeros, que señalan diversos modos de producción. Porque si el desarrollo no altera la esencia de las relaciones de producción, no se habrá cumplido en esencia —tampoco— la Ley fundamental del desarrollo.

A lo anterior, hay que agregar que el problema del desarrollo en los países dependientes, como es obvio, enfrenta a fuerzas que tradicionalmente presionan en favor del mantenimiento del status de las regiones periféricas, y se oponen de múltiples maneras a la independencia de las sociedades que forman el Tercer Mundo. Esto no contradice, por supuesto, las diversas modalidades de dominación que han surgido, y conocen los países atrasados, como resultado de los diversos cambios que se han operado en los centros dominantes. Muy por el contrario, esta realidad nos demuestra el grado de sujeción de nuestras sociedades y la imposibilidad de lograr el desarrollo dentro de los marcos que generan las relaciones económicas impuestas a los países subdesarrollados. Importa, por tales motivos, encontrar las leyes que regirán el proceso de desarrollo de las sociedades dependientes cuya existencia está específicamente determinada, abstrayendo por ahistóricas, las alternativas que postulan los defensores de los intereses dominantes de las regiones atrasadas. Todo esto en razón de que la condición de países subdesarrollados — afirma el profesor mexicano Víctor Flores Olea— “es una consecuencia dialéctica de los países industriales. Somos subdesarrollados porque ellos son desarrollados”. (25) En tal sentido, —nos dice el mismo autor— no puede sostenerse tampoco que nuestro atraso se debe “a que el capitalismo todavía no penetra suficientemente en nuestra sociedad; al contrario, el atraso y el marginalismo se mantienen porque el capitalismo, nos ha llegado de una manera peculiar, porque nuestra incorporación al capitalismo, primero mercantil y después, industrial, financiero y técnico, originó profundas alteraciones en nuestras estructuras sociales”. Esto generó un desarrollo desigual y desequilibrado en las áreas atrasadas, las que desde este momento exhibieron algunos “polos” de desarrollo, los mismos que surgieron y se expandieron en y por interés de los centros económicos metropolitanos, a condición de mantener en el atraso a las demás regiones del país, las mismas que fueron explotadas en función de los “polos” mediante los cuales se extrajo la riqueza de los países subdesarrollados a favor de los centros económicos. Es decir, que la forma de penetración del capitalismo en los actuales países atrasados “bloqueó” el crecimiento de una serie de condiciones para el desarrollo, tal como se les presentaron a los países desarrollados cuando iniciaron su proceso de desarrollo. De ahí que el ascenso de los países atrasados no pueda seguir la línea trazada por los países altamente industrializados, en razón de los diferentes marcos históricos en que se cumplen, así como de las nuevas experiencias que tienen que afrontar las regiones atrasadas en su futuro desarrollo.
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Notas:
(*) Trabajo escrito en 1973.
(1) La crisis de la teoría del desarrollo y las relaciones de dependencia en América Latina, en el volumen colectivo: “La Dependencia Político—Económica de América Latina” Edit. Siglo XXI, México, 1970.
(2) Op.cit., p. 187
(3) “Sociología Histórica del Desarrollo”. México, 1964.
(4) Op.cit. p. 127.
(5) Pablo González Casanova, “Sociología de la explotación”, Edit. Siglo XXI, México, 1969, p. 27s.
(6) Paul Sweezy, El Futuro del Capitalismo, en “La dialéctica de la Liberación”, Edit., Siglo XXI, México 1969.
(7) Revista Desarrollo Indoamericano. N° 12. Año 3. Enero 1970, Bogotá.
(8) Paul Sweezy, Op.cit, p. 101.
(9) Oscar Uribe Villegas. “Veinticinco Conceptos 4e Uso Sociológico”. México, 196S.
(10) Paul Sweezy, op. cit, p. 98.
(11) Informe Pearson.
(12) John Gerassi, Imperialismo y Revolución en Estados Unidos incluido en el Libro “La Dialéctica de la Liberación”, Edit. Siglo XXI, México, 1969.
(13) Miguel S. Wionczkelr. El Endeudamiento púbico externo y los cambios sociales en la inversión privada extranjera de América Latina, en “La dependencia política-económica de América Latina”, Edit. Siglo XXI, México, 1969.
(14) Carlos Lessa. La evolución histórica de la situación de dependencias, en “Hacia una Crítica de las Interpretaciones del Desarrollo Latinoamericano”. Universidad Central de Venezuela, Mayo, 1969.
(15) Virgilio Roel, Historia Social y Económica de la Colonia. Edit. Limusa,-Perú, 1970.
(16) André Gunder, Frank hace un análisis de la estructura colonial de Latinoamérica, estableciendo, en primer lugar, una comparación entre ambas regiones colonizadas por Europa: América Latina y América del Norte. Véase su obra: Lumpenburguesía: Lumpendesarrollo. Edit. La Oveja Negra, Colombia 1970. En esta obra se explica las razones de la diferenciación de las economías las coloniales, en base a los intereses metropolitanos. En la página 28 leemos “Así el estudio comparativo de las variedades en la colonización europea del nuevo mundo nos conduce a una conclusión fundamental que, a primera vista, pueda parecer paradójica pero que es fiel expresión de la dialéctica del desarrollo capitalista: mientras mayor fue la riqueza a explotarse, más pobre y subdesarrollada es la región, hoy; y mientras más pobre que la colonia, más rica y desarrollada es la región hoy. La razón fundamental es una sola: el subdesarrollo es producto de la explotación -de la estructura colonia y de la clase basada en la ultra-explotación- y el desarrollo se logró donde una estructura del subdesarrollo no se implantó porque no fue posible hacerlo” (Op.cit. p. 213). Y más adelante añade: “De hecho, las regiones que hoy son las más “lumpen” desarrolladas del continente, como partes de Centroamérica y del Caribe, el Nordeste riel Brasil, las regiones indígenas andinas y mexicanas y las zonas mineras de Minas Gerais, Bolivia y México Central, tienen en común que el aquella época fueron -y a menudo todavía lo son,- las partes de Latinoamérica que más se han caracterizado por la explotación de sus recursos naturales y, sobre todo, humanos, en función de una economía de exportación” (Op.cit., p. 31 s.)
(17) Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, “Dependencia y desarrollo en América Latina”. Edit. Siglo XXX, México. 1970.
(18) Tomés A. Vasconi. Cultura, ideología, dependencia y alienación, en “La Nueva Dependencia Colección América Problema No, 2, Edit. Moncloa, Lima, 1969.
(19) Theotonio Dos Santos. El Nuevo Carácter de la Dependencia, en “La Nueva Dependencia”, Edit. Moncloa-Campodónico, América Problema No. 2, Lima 1969.
(20) La Economía Política del Crecimiento, Fondo de Cultura Económica, México. 1901.
(21) Revista Desarrollo Indoamericano No. 12, Año Enero 1970, Bogotá, Colombia.
(22) Las Categorías del Desarrollo Económico y la investigación en Ciencias Sociales UNAM, México, 1967. El mismo autor nos dice que la posición política de los autores es posible determinarla de acuerdo con las metas y los medios que emplean en sus respuestas a los problemas sociales, en razón del siguiente esquema: 1) “vor posición frente al sistema; como hemos Indicado con anterioridad los autores, implícita o explícitamente, se proponen mantenerlo o conservarlo. cambiarlo o destruirlo; 2) por su posición frente a las estructuras objetivas —particularmente las que se refieren a la distribución del poder, la riqueza, la cultura— en que se dan los conservadores del status quo en todas sus características, y quienes consideran, por razones morales o políticas, que es necesario cambiar las estructuras; 3) por la prioridad o el orden en que buscan determinadas metas, expresamente manifestadas, como la estabilidad, el desarrollo, la independencia nacional, el socialismo, la revolución; 4) por los medios que están dispuestos a emplear, que van desde los más conservadores, como al control de la natalidad, el control de las aspiraciones, el intervencionismo militar en los países pobres, coloniales y semicoloniales, hasta los más radicales, que consisten en la organización de empresas revolucionarias”. (Op.cit., p. 75—76)
(23) Oscar Lange, “La Economía en las Sociedades Modernas”. Edit., Grijalbo, México, 1966.
(24) El libro de Paúl A. Baran ya citado, contiene en una serie de páginas, una de las refutaciones que el profesor Grundfest, basado en estudios estadísticos, arriba a las siguientes conclusiones: a) los países “pobres” lo son Independientemente de su densidad de población y, a pesar de contar los recursos agrícolas y minerales abundantes; b) las colonias pueden tener densidades de población más bajas que sus “metrópolis” y, contando con recursos más abundantes son sin embargo mucho más pobres que éstas; c) no existe ninguna correlación entre la densidad de población y los niveles de vida de los países “ricos” d) sin embargo, existe una correlación directa entre los niveles de vida y el grado de industrialización; y e) todos los países “pobres” tienen un rasgo común el ser industrialmente subdesarrollados y sus recursos se explotan extractivamente para el marcado capitalista mundial”. (Op.cit., p. 269 a)
(25) “América Latina frente a la sociedad Industrial. Reflexiones sobre el subdesarrollo” en “La Sociedad Industrial Contemporánea”. Edit., 8. XXI México, 1967.

 
Ficha bibliográfica:
Revista AMAUTA. Universidad Nacional de Trujillo
Volumen VII. Número 2. Páginas: 156 - 165
Enero/Diciembre, 1987