miércoles, 10 de agosto de 2011

Un solo árbol puede hacer la diferencia


Los movimientos en pro del ambiente están en boga. Temas como calentamiento global o desarrollo sustentable son comúnmente escuchados en programas de radio o de televisión, conferencias alrededor del mundo se hacen en torno a estos asuntos, que han llegado a preocupar a gobernantes y grandes organizaciones internacionales.

Sin embargo, desde hace mucho tiempo hay personas que se han preocupado por el tema del medio ambiente y que han enfocado sus acciones en mejorar nuestra vida en la tierra, tratando de equilibrar la interacción entre el ser humano y el planeta. Hoy compartiré con ustedes la historia de una gran mujer, que tuvo que luchar no solo por el medio ambiente, sino en contra de la política y los sesgos culturales de su país.

Wangari Maathai (1940 – actualidad) es originaria de Kenia, un país donde la mujer ocupa un escalafón muy bajo en la sociedad y donde para los gobernantes el desarrollo siempre implica el sacrificio del medio ambiente.

Wangari tuvo que salir de Kenia para estudiar Biología, carrera que logró finalizar en Estados Unidos, con un Master incluido. Una vez en su país de origen, continuó preparándose donde recibió el primer título de Doctorado (en medicina veterinaria) otorgado a una mujer de África Oriental.

Una vez, Wangari dijo “plantar un árbol encierra un mensaje muy claro: con ese simple acto usted puede mejorar su hábitat. La población cobra así conciencia de que puede influir en su entorno, y ello es un primer paso hacia una mayor participación en la vida de la sociedad.” Y en eso enfocó siempre sus acciones, mejorar la calidad de vida, mejorando el entorno, sobre todo de las mujeres keniatas.
Fundó el movimiento Cinturón Verde (1977), una organización responsable de la plantación de más de 30 millones de árboles a lo largo y ancho de Kenia, para evitar la erosión del suelo. Los viveros de Cinturón Verde son fuente importante de trabajo para mujeres campesinas que han logrado reivindicar sus derechos, preservando además el medio ambiente.

Todas estas actividades  han llenado a Wangari de satisfacción, para ella y para muchos otros, pero también le trajeron innumerables problemas con algunos gobiernos de Kenia, que incluso la llevaron a prisión.

En 1989, salvo, prácticamente ella sola, el parque Uhuru, parando la construcción de un complejo urbanístico asociado al gobierno de turno.

"Sus formas de actuar únicas han contribuido a prestar atención a la opresión política, nacional e internacionalmente. Ha sido pozo de inspiración para muchos en la lucha por los derechos democráticos y especialmente ha alentado a las mujeres a mejorar su situación", así fue descrita nuestra heroína al recibir el Premio Nobel de la Paz 2004.

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