viernes, 9 de diciembre de 2011

Szyszlo “Me siento optimista por mi país”

Confesiones. El reconocido artista peruano manifiesta su gran entusiasmo por el cambio de actitud que ve en la gente por hacer y tener algo. En el campo del arte más bien siente que mucho se ha frivolizado.

Pedro Escribano

A sus 86 años de existencia, ¿se siente pesimista u optimista?

Con relación a mi país, mi optimismo ha crecido. Antes más bien era el primer escéptico, el primer pesimista. Ahora soy optimista. Yo creo que el Perú pronto dará el gran salto para ser un país desarrollado. Ortega y Gasset decía que todo realista es un pesimista. Yo soy realista.

¿Qué es lo que le hace pensar que el Perú va a dar un gran salto?

Yo siento que la gente ha dejado de ser pesimista. La gente tiene ahora ganas de cosas, ganas de mejorar, ganas de que la vida cambie y que le sea más fácil.

Usted en el año 49 emigró joven como artista a Francia, lo llevaron los sueños. ¿Hoy en día funcionan esos sueños en los jóvenes artistas?

Yo le diré la verdad. En materia de la situación del arte actual, sí soy pesimista. Yo creo que estamos en un mal momento. Se han perdido los valores. Porque juntan páginas y páginas de periódicos creen que hacen arte. Puede ser que hagan un acto, intelectual si quieren, pero de arte no tiene nada que ver. El arte es la expresión de una persona y al ser expresión de una persona, es la expresión de un pueblo. El arte es una cosa mucho más seria que eso, más profunda. No es un dato histórico, es una cosa que tiene que ver con el destino del hombre.

¿Cree que hay quienes han frivolizado el acto de hacer arte?

Sin duda, y muchos, en el mundo entero. El arte ha perdido la gravedad. Se ha vuelto ligth, pero no solo el arte, sino todo, el amor, el sexo, todo se ha frivolizado, la vida misma. Antes una relación amorosa, una relación sexual, comprometía profundamente a un individuo. Ahora es como una gimnasia, un deporte. Antes bailar era un ritual, era el encuentro con una persona. La música nos permitía conversar, ahora es un ruido que nos empuja a nuestra propia soledad.

¿Qué tiene que ocurrir para que el arte retome sus verdaderos cauces?

Yo creo que este es un periodo gris. Si usted piensa en el siglo XVIII, que es un siglo flojo, esa sensualidad barata de la pintura francesa, de la época de Luis XIV, Luis XV, fue un bajonazo. Goya levantó todo otra vez, lo puso trágico, le dio fuerza, expresión y vitalidad.

Usted considera un bajonazo…

Yo creo que en el arte estamos en un bajón, todo es ligth, mire las novelas. La televisión ha abolido la imaginación. Cuando usted leía una novela, usted era un cómplice secreto del personaje. Usted imaginaba el personaje. Ahora todo viene mascado, digerido. No tiene nada que imaginar; lo que se ve, eso es lo que es.

Sebastián Salazar Bondy decía que su opción por el arte abstracto era un camino difícil.

Sí pues, es que cada generación encuentra el arte de su época y trata, a través del arte de su época, de encontrar su propio camino. Yo comencé como pintor abstracto, pero ya es muy difícil para mí decir que soy un pintor abstracto. Hay demasiadas alusiones a la vida, a la realidad visual.

Usted se hace pintor abstracto en un momento en que hay una tradición indigenista.

Mi generación tuvo esa misión. La generación del 50 somos los hijos de la segunda guerra mundial. Octavio Paz tiene una frase muy citada: “Por primera vez fuimos contemporáneos”. Antes todo nos llegaba con 50 años de atraso, en nuestra generación eso cambió.

¿Cómo así coexistieron Espacio, de los abstractos, con la Peña Pancho Fierro, más bien artesanos?

Le voy a decir lo que queríamos: el indigenismo quería llegar al corazón, a lo profundo del alma indígena, del alma auténtica, y los otros, de Espacio, querían llegar a lo profundo del alma auténtica occidental. Entonces era muy fácil establecer puentes entre ambos grupos u orillas. Westphalen y Arguedas teóricamente estaban en las antípodas, pero eran amigos íntimos, se querían mucho. La peña nos reunía.

Lugares así permitían la tertulia, ahora no existen...

No, desgraciadamente no hay, ni para lo uno ni para lo otro.

Salvo las cantinas…

Ni siquiera, porque no hay, por lo menos que yo sepa, no hay la peña literaria, en que se va a hablar de libros, de política. Allí hablábamos de política y de la guerra civil española. Todos éramos republicamos. Westphalen fue preso por estar a favor de la república española. Cómo íbamos a estar indiferente si fusilaron a García Lorca.

Los intelectuales de Lima se llevaron bien con Arguedas.

Arguedas a la generación del 50 nos dio el interés en el Perú contemporáneo indígena, los bailes, la poesía y tradiciones quechuas. Nosotros a Arguedas le dimos el interés por el arte prehispánico.

http://www.larepublica.pe/09-12-2011/szyszlo-me-siento-optimista-por-mi-pais

¿Y no hubo pugna entre los llamados criollos y andinos?

No, nunca, nunca.

¿Y cómo en estos tiempos sí?

Mire, nosotros teníamos una visión un poco más amplia, menos politizada, de política inmediata. No había partidos ni pertenecíamos a partidos políticos. Entonces todos éramos tolerantes. Teníamos convicciones, como antifranquistas, pero no éramos intolerantes.

¿Cómo explica que algunos cuadros suyos tienen títulos en quechua?

Eso fue una cosa que hice cuando era joven. Es como esos comunistas entusiastas que les ponían a sus hijos nombres como Lenin, Vladimir. Todo eso era por una búsqueda de identidad, raíces.

¿No lo hizo por la moda indigenista?

No, solo buscaba raíces. Pero después me di cuenta de que el título no le hace nada al arte. El título es una manera de orientar al espectador qué cosa debe buscar.

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