Parte III
El problema
El problema en cuestión se encargará de enunciarlo el mismo Kant:; qué podemos esperar alcanzar con la razón, cuando todo el material y el apoyo de la experiencia se hallan suprimidos. Mediante, la investigación trascendental Kant adjudica importancia primordial a los juicios sintéticos y se interesa por el saber matemático, la ciencia natural, teórica y la "metafísica", enjuiciando la posibilidad de los mismos. Al estudiar el carácter de la metafísica, desde la línea de mira fisico-matemático con arraigo en la ciencia. El esceptismo de Hume combatirá las ideas de causa y sustancia, negándoles validez para carecer de evidencia sensorial; contamos sólo con nuestras sensacianes y las ideas que les corresponden, en tanto están sujetas al registro sensorial, pero las ideas de causa y efecto, carecen de sentido; la ley, de causalidad no es analítica y no podemos estar seguros de su veracidad
La negación kantina se fundará en la teoría de los juicios, aceptando que si bien la causalidad no es analítica como sustancia es sintética, y puede ser conocida a priori. De ahí que se aplique a demostrar el apriorismo de los juicios sintéticoss, que constituye la temática principal de la pnmera "ciencia". Si el mundo exterior es el provocador de nuestras sensaciones, la mente con su estructura peculiar ordena esta materia en espacio y tiempo, agregando a lo dado por la experiencia, los datos que nos permiten entenderla. Si las cosas en si mismas; son incognoscibles; si todo nuestros conocimientos arrancan con la experiencia y no podemos trascenderla, a pesar de esto, dirá Kant, es en parte a priori, y no podemos inferirla por vía inductiva por la experiencia.
Admitír el planteamiento empirista, prescindir de los conceptos de sustancia y causalidad, dejaría a la ciencia sin base firme; la física se derrumbaría; la formulación de leyes sería imposible y la ordenación y correlación de los hechos del mundo físico, tarea insegura. La misión kantiana, reuniendo todos los hitos de un razonamiento eficaz, intentará salvar la ciencia del naufragio empirista. Tratará de conservar la ciencia, superando la insistencia empirista en la observación del hecho mismo como materia prima de la experiencia, destacando la diferencia existente entre, las cosas que conocemos vía la razón, de aquellas que son frutos de la experiencia sensorial. Nuestra filósofía insistirá que la materia de las sensaciones no es simple, bruta, sino compleja, pues ya ha sio modelada y elaborada por la mente, en el proceso de formación de la experiencia.
La exposición kantiana privilegia de este modo el sujeto sobre el objeto, subrrayando la actividad del sujeto que experimenta. La subjetividad es rescatada, sin negar la existencia objetiva de las categorías que le sirven de sustento. Las leyes del entendiminto son válidas, lo que conocemos de la naturaleza tal como es ya ha sido pulida en el proceso del entendimiento. La mente no es pasiva, meramente, receptiva el espíritu del hombre no es una cera en donde la experiencia y las sensaciones campean a voluntad. La razón se leventa para compensar la originaria limitacion que los datos sensibles nos ofrecen.
La conciemcia trascendental le impone a la "cosa en sí" un conjunto de condiciones para admitirla, deviniendo en objeto sólo a través de un proceso de transformaciones" o "traducciones a varios niveles complejos que Kant denomina "categorías". La cosa en sí se presenta tal como es fuera de nuestra conciencia, la cosa sí es para todos nosotros tal como es traducida o recreada por el sujeto, al ingresar a la conciencia. Este descubrimiento llevó a decir, al filósofo de Konnisberg, que era una especie de revolución copernicana en la esfera de la investigación gnosceológica.
El presente:
Han transcurrido dos siglos y mucha historia desde que Kant se hiciera cargo de una problemática que se mantiene vigente en la filosofía. La capacidad de la razón humana se ha visto enriquecida con los desarrollos operados en el pensamiento en sus metodologías y organizaciones, posibilitándose la solución de muchos problemas, de acuerdo con el ritmo de la historia; no obstante, la objeción kantiana está subyacente; ese "destino singular" que signa según Kant, la mente humana, cuyas inquietudes sobrepasan la capacidad de sus respuestas, torna y sustenta la vigencia filosófica cómo saber eminente crítico"que conforma el gran estilo del legado kantiano, que unifique criticamente y articule en plan completo; la realidad. Esta tarea, privilegio indiscutible de la fiiosofía, legítima su presencia frente a los desatinos contemporáneos que privilegian el conocimiento provincial de la realidad, parcializado y fragmentador del hombre.
El predicamento del ser reclama el examen de los propios alcances de la mente humana, en primer lugar, afirmaba Kant; formulación valiosa de idealismo trascendental cuya pertenencia desconocen las idecorosas posiciones inmediatistas, del enfoque estrecho, del detalle trivial y de pequeña escala.
El cambiante y progresivo avance de las ciencias particulares a que asistimos hoy en día, alimentó los presagios sobre la pérdida de una parcela propia de la filosofía, que ya ha sido superada por el propio desenvolvimiento del saber.
Los pretendidos reclamos en pro de su abolieión, por la imposibilidad de una verificacion "fáctica" de sus enunciados, han perdido pie en los actuales momentos, pues la comunicación filosófica no precisa como las empíricas, de la contrastación de sus proposiciontos. La inmediatez de la verificación como argumento de validez de unas y negación de otras, ya no es defendido estrictamente, en las actuales investigaciones; el principio de la verificabilidad ha perdido vigor en estos campos.
Si el mantemmiento de edificios cuarteados que albergan sustento para utopías incoherentes y mendaces, ha justificado muchas veces el rechazo de la filosofía; esta critica no es valida ni se compadece con el pensamiento vivo, la filosofía crítica, ambiente esencial para el cumplimiento de la humana aventura del espíritu, no sólo como intérprete, sino como transformador del mundo.
Artículo publicado en La Industria, 18 de junio de 1981