martes, 5 de octubre de 2010

Cultura literaria y cultura científica

Parte 2
La ciencia actual es menos fatua e ingenua que la del siglo pasado, ha cobrado mayor conciencia de sus posibilidades y de sus limitaciones, acepta la provisionalidad de sus logros y hallazgos. Hoy aceptamos que lo ignorado es mayor que lo conocido, que nuestros conocimientos son limitados y nuestra ignorancia es ilimitada. Cualquier teoría científica es siempre provisional en razón de que sólo es solo una hipótesis. A pesar de que los resultados experimentales concuerdan constantemente con sus predicciones, nunca habrá la seguridad absoluta de que la próxima vez el resultado no vaya a contradecirla.


Los científicos actuales describen el universo a través de dos teorías: la teoría general de la relatividad y la mecánica cuántica, que son los logros de mayor nivel intelectual alcanzados en el presente siglo. Lo dramático es que ambas teorías son inconsistentes entre sí y no pueden ser correctas a la vez. La relatividad es válida para determinar la gravedad y el universo a gran escala, con magnitudes que van desde unos cuantos kilómetros hasta un billón de billones de kilómetros (un 1 con veinticuatro ceros detrás). La mecánica cuántica (teoría estructurada a partir del principio cuántico de Planck y del principio de incertidumbre de Heisenberg), en cambio, sólo es válida para fenómenos increíblemente pequeños como los de una billonésima de centímetro. La búsqueda de una teoría única que combine a las dos mencionadas s una de las metas de la ciencia, una teoría última del universo.

Pero hasta, hoy la mayoría de científicos han estado ocupados en describir a partir de nuevas teorías cómo es el universo y se han despreocupado del porqué. De otro lado, los responsables del porqué - los filósofos - no han logrado conectarse con los avances científicos. Si lográsemos encontrar está teoría  - dice Hawking -, llegaría a su fin un largo y glorioso capitulo en la historia de la lucha intelectual de la humanidad por comprender el universo.

Veamos ligeramente el panorama de lo social. En la dirección de las ciencias sociales o humanas encontramos una serie de aporías irresueltas y hasta insuperables. Sin desconocer que sobre el ser del hombre las investigaciones presentan avances notables, la esencia de la naturaleza humana está todavía por conquistar, lo que tenemos son resultados parciales que dejan escapar una aprehensión completa y de totalidad.

Algunas de estas ciencias son altamente paradigmática, sus enfoques varían de escuela a escuela en torno a un mismo objeto de investigación y aspiran, muchas veces, a convertirse y mantenerse dentro de los límites de una ciencia positiva clásica, empeñándose a través de una sola metodología hacerse cargo de un objeto tan ambiguo y de naturaleza única como es el hombre, que siempre ha ofrecido resistencia a una fijación conceptual y al que es imposible “capturar” con métodos calcados de las ciencias naturales. Es saltante la inadecuación esencial entre el objeto y los métodos para tratarlo.

Y es que el hombre no puede ser entendido sólo examinando su comportamiento - lo externo, desconectándolo del principio vital de imputación de la conducta - lo interior - con empleo de métodos unilaterales. Hay que comprenderlo en su totalidad, mediante un enfoque integrador y radical, aspectos que rebasan las posibilidades de una ciencia positiva. El filósofo peruano Francisco Miró Quesada, por ejemplo, afirma que la psiquiatría y la filosofía se desarrollan muy de cerca, y que es imposible ser siquiatra sin ser filósofo, pues la mayoría de ellos filosofan forzados por los hechos al enfrentarse constantemente a fenómenos tan dramáticos y desconcertantes como son las enfermedades mentales y de la conciencia.
Como nuestro tiempo está preferentemente guiado por lo técnico y la palabra “presente” goza en nuestro siglo de una extraordinaria importancia de franco cuño positivista, olvidamos valorar en su justo significado los aspectos científico-humanistas remarcados en las consideraciones precedentes, pero es indudable que sólo un conocimiento básico de las cuestiones epistemológicas, de la historia de las ciencias y de las metodologías, pueden brindamos una idea más completa y ontológicamente densificada sobre los alcances, limites y validez de la naturaleza de la ciencia y de sus relaciones con las demás disciplinas.

Al cumplimiento de tales objetivos se orienta la educación humanística, como uno de los mecanismos imprescindibles para el desarrollo del hombre. Como advierte Spranger, donde ya no existe algo “clásico” que sirva de norma, toda educación es imposible.

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