jueves, 23 de septiembre de 2010

EL APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO

Alfonso Guerrero de Luna T.

El aprendizaje significativo
se logra cuando la persona experimenta
problemas verdaderos, pues aprender es una actividad.

     Muchos docentes, padres de familia y público interesado en la educación, están aferrados a la creencia simplista e ilusoria de que el aprendizaje es un proceso sin complejidades. Parece que se piensa, que siendo el hombre un ser programado para el aprendizaje, éste le viene sin más. Que todo se puede lograr con buena voluntad pues en el oficio pedagógico todos somos competentes, lo cual es muy peligroso.

     Todavía hay un predominio de ciertas ideas tradicionales sobre las actividades escolares, relativas a la manera cómo debe aprender el alumno, originadas en aquello que se llama “sentido común”, situación que exige una permanente actitud crítica sobre lo que acontece en las aulas.

     Existen creencias populares, que llevan a los docentes e interesados a pensar en forma errada los problemas de la clase. Está reconocido actualmente que la enseñanza no sólo es conocimiento, sino transmisión y asimilación del saber, formación y desarrollo de hábitos y actitudes frente a los grandes valores humanos. El sujeto tiene necesidad de comprender los hechos, y de otro, estar habilitado para resolver los problemas derivados de ellos.

     Un profesor de matemáticas, por ejemplo, sin darse cuenta, al explicar los contenidos de su asignatura (área curricular) en forma magistral o conferencia, sin preguntas, con mucha competencia, que plantea y resuelve al comunicar a sus estudiantes mensajes como éstos: “para tener éxito es importante repetir fielmente las propuestas de otros”,  debemos aceptar lo que dice la autoridad porque ella es la poseedora del conocimiento”, etc. Y cosas por el estilo, que atentan contra la reflexión crítica, la creatividad y la libertad del sujeto. En cambio, se promoverán actitudes y valores positivos en el caso en el que el profesor interrogue, dialogue, oriente y establezca disposiciones para que los estudiantes hagan adquisiciones personales, facilitando el descubrimiento por ellos mismos.

     En esta perspectiva tradicional, existe la creencia que la recompensa o el castigo, es fundamental en la formación de la personalidad y el aprendizaje y qué este podría darse separado de la experiencia. Basta – se dice – con una duración prolongada de conocimientos para que el aprendizaje tenga lugar, independientemente de la forma cómo se administra. Se piensa, igualmente, que el aprendizaje debía hacerse deductivamente, primero conocer la teoría de lo que se iba hacer y después llevar a cabo. Enseñar primero las categorías gramaticales de una lengua, antes de intentar de hablarla. Previamente, aprender las operaciones elementales de la aritmética, antes de las tareas prácticas.

     La capacidad de contar del niño – señala Piaget – se distancia con la increíble incapacidad didáctica al pretender enseñarla de manera deductiva y formal. Lo interior se desarrolla en relación con las experiencias del niño (mundo exterior). En el aprendizaje del contar y del número, el interés del niño se dirige hacia la actividad y no hacia su producto. Contar no significa números, sino esencialmente actividad de contar, señalan los expertos.

     En otra dirección, el aprendizaje significativo de Carl Rogers, representa un peldaño más en la comprensión y transformación en el proceso educativo. Se concentran en las potencialidades del hombre, recusando el enfoque conductista al alejarse del ambiente, de lo extremo pues la riqueza está en el hombre, y el ambiente es hechura de éste. Aquí la educación dela de ser informadora, datera y simple transmisora de conocimientos. La educación asume como objetivo el desarrollo de personas de “funcionamiento pleno” o de plena realización de sí mismas. Afirma Rogers que éstas serán las únicas personas que podrían sobrevivir y preservar la raza humana en un mundo que cambia rápidamente  y que se caracteriza por tensiones. Es el sujeto que es adaptable y que ha “aprendido a aprender”.

     Se trata de un aprendizaje personal y por experiencia, que hace diferencia  a la persona, que ocurre cuando la materia es relevante para los fines propios del sujeto que aprende. Se caracteriza por la ausencia de toda amenaza, permite explorar, diferenciar, probar nuevas ideas, cambiar. El aprendizaje significativo se logra cuando la persona experimenta problemas verdaderos, pues aprender es una actividad. Hay que abandonar la teoría de la “jarra y la taza” en la educación, donde los profesores poseen el conocimiento y lo ponen en un recipiente vacío.

     En el aprendizaje significativo,  se privilegia y desarrolla la autoevaluación más que la crítica de los demás. Fomenta la independencia y abarca la persona en su totalidad. Aquí el maestro, en primer lugar, es un facilitador del aprendizaje, que con genuinidad y realismo, debe contar con la estima y aceptación de sí mismo y de los alumnos. El maestro es el que escucha y responde, pues la respuesta también comunica comprensión. No pretende saberlo todo y no teme a sus errores.

     En el aprendizaje significativo la educación se convierte en encuentro real, espontáneo y personal con los alumnos, que comprende al hombre como un todo integral, pues no se puede dividir al individuo en elementos cognitivos y elementos afectivos, pues en ambos casos se necesitan las mismas condiciones psicológicas. Esto es lo esencial, lo demás es agregado, postizo.

     Este enfoque cuestiona los sistemas educativos fundados en el condicionamiento y eficacia del aprendizaje aquel que uniformiza y mecaniza al sujeto, privándole de respuestas  significativas y trascendentes. Todavía, nuestro sistema privilegia el aprendizaje intelectual y desatiende el aprendizaje afectivo (aunque el panorama está cambiando). La apropiación cognoscitiva del mundo ha gozado de mayor predicamento, en tanto que la praxis material y el desarrollo artístico han ocupado un segundo plano.

     Creemos equivocadamente – señala Rogers -, que el aspecto racional e intelectivo es el aspecto relevante de la persona, quizás se deba esto a un estereotipo o a un condicionamiento impuesto por la cultura dominante, que base su prestigio en el cálculo y la racionalidad de los medios, con olvido de los fines. Pero lo cierto es que, en el mundo en que vivimos, y en el que seguiremos viviendo, se necesitan personas no sólo maduras intelectualmente, sino con un amplio desarrollo de la afectividad, capaces no sólo de elaborar pensamientos teóricos, sino  de expresar pensamientos teóricos, sino de expresar sentimientos y con capacidad afectiva de relacionarse autentica y genuinamente con los demás.

     Lo dicho hasta aquí, nos sugiere que se trate del aprendizaje o de otras situaciones parecidas, no hay confundir lo que parece ser, con lo que es. Pedagógicamente, ello significa aprender a distinguir entre apariencia (lo que parece ser, pero no es) y la verdadera realidad (lo que efectivamente es).

Artículo publicado en el diario La Industria de Trujillo.

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