martes, 5 de octubre de 2010

Cultura literaria y cultura científica

Parte 1
Cuestiones epistemológicas relacionadas con esta temática presentamos en artículo anterior, con la pretensión de esclarecer en parte esta “querella”, que resulta de la separación de estas dos “culturas”. Erróneamente hemos tenido por “cultos” sólo a los miembros de la “cultura literaria”, pensando que para serlo bastaba con haber leído a Homero y Shakespeare, escuchar a Beethoven y hablar de obras plásticas, sin tener ningún conocimiento de la ciencia, lo que significa incapacidad para comprender asuntos fundamentales sobre el mundo que nos rodea y del cual formamos parte.

Así, nos hemos desinteresado de cuestiones como la luz solar que hace la vida, o de que estamos constituidos por átomos de cuya estabilidad dependemos, o de que sin la gravedad seriamos lanzados al espacio (Carl Sagan). Sucesos que escasamente llaman la atención, o que podría ser entre otros el resultado de errores pedagógicos en la enseñanza de la ciencia que han desanimado su aprendizaje o también una consecuencia de la inevitable especialización que demanda una sociedad altamente tecnificada como la nuestra.

Un intento de superar este hiato existente entre ciencia y humanidades sería replantear la enseñanza de la ciencia en un contexto histórico y filosófico, pues dado el impacto de la ciencia y de la tecnología en el mundo actual, comprender sus aportes e influencias es un deber moral que todo hombre que se aprecie de culto no puede soslayar, resultando insostenible la separación de dichas “culturas”.

En tal sentido, la lectura de Homero y de Vallejo no puede llevarnos a desinteresarnos olímpicamente del significado de la teoría copernicana, o del mundo de Galileo o Newton, o de las ideas básicas de la relatividad de Einstein. Ignorarlos sería la expresión de un anacronismo cultural que nos descalifica para comprender la cultura contemporánea. Una vez Einstein escribió “Newton, perdóname”, según Martin Gardner - famoso escritor de la ciencia - quien no entienda todavía lo que quiso decir el creador de la relatividad, es porque ha tenido una educación tan deficiente como aquel que hace cien años, no sabía nada de las contribuciones de Isaac Newton a la ciencia.

Por tanto, la “cultura literaria” no es un rival de la ciencia. De pronto, diremos que ateniéndonos al testimonio de los más notables científicos actuales. Einstein, Heisenberg, Niels Bohr, Luis de Broglie y mucho más - éstos no plantean ninguna hostilidad a la filosofía sino todo lo contrario. El propio Einstein declara sus deudas a Hume, Comte Ernst Mach, cuando al enfrentar ciertos problemas de la relatividad especial (la simultaneidad de dos acontecimientos) tuvo que apelar a la teoría del conocimiento positivista y que gracias a la crítica filosófia de la física, pudo superar las dificultades de la física clásica, ya que los procedimientos de la ciencia no eran idóneos para solucionar este problema.

Tenemos que considerar que una serie de cuestiones de máxima importancia para el género humano no hallan respuesta en los laboratorios, ni en los análisis cuantitativos. Debemos empezar por reconocer la singular importancia de no ser tentados sólo por los medios con olvido de los fines, que los hombres viven de valores que es menester considerar por nuestro propio interés, ya que nutren el espíritu para su enriquecimiento y desarrollo. Hay que superar los prejuicios derivados del sentido común, fortalecer la verdad con la independencia crítica, evitar la sujeción a las creencias habituales del medio y alejarnos de pensar en términos de estímulos y respuestas, que debilitan el sentido de la verdad. Su defensa exige aptitudes para valorar los pensamientos correctos y coherentes, y las convicciones nacidas del argumento racional. La adicción a los resultados prácticos, a los hechos y a los valores cuantitativos, debilita el sentido de la verdad y de la libertad. Confunden al hombre y lo desarraigan de los principios a lo que debe estar aferrado. De ahí el recurso a la educación humanística, a la tarea formacional.

Como vemos, esta segunda cultura nos aleja de los provincialismos, nos hace ver que el mundo no es tan obvio y definido como creemos, es neutralizadora de dogmatismo y etnocentrismos y nos habilita para la comprensión de posibilidades no familiares, superando estereotipos que la envidia y el orgullo han enriquecido. Por ello, debemos andar con cuidado cuando acríticamente se sugiere una educación orientada hacia lo práctico, creyendo que puede preparar mejor para vivir en una sociedad marcada por la ciencia y la tecnología. El equilibrio hay que buscarlo en la perspectiva de la educación humanística occidental, en nuestra vida cultural que apareció en la antigüedad clásica con el arte, la literatura y la filosofía de los griegos, en una maravillosa combinación de las cuestiones de principio con la actualidad práctica, modelo que se ofrece como un recurso fundamental aun cuando no reporte beneficios prácticos.

El usuario de la cultura griega - afirma Werner Heisenberg- entrará en posesión y ejercicio de la más poderosa herramienta intelectual que el pensamiento occidental ha creado, pues para llegar al sentimiento mismo de las cosas en cualquier materia, de algún modo o de otro, tendrá que dar más tarde o más temprano con aquellas fuentes antiguas portadoras de los principios y de las metodologías derivadas de los mismos. Esta primacía de lo espiritual debe ser motivada y 0000promovida como un deber ineludible en la educación de la juventud.

Artículo periodistico publicado en La Industria de Trujillo.

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