La nueva normatividad que se avecina para la vida universitaria nos mueve a pensar en los diversos aspectos y matices que exhibe su organización y funcionamiento, entre los que destacan los referentes a su estruct.ura, vida administrativa y nivel académico científico; aspectos medulares sin cuya remoción no es posible apuntar a una integral restructuración y reorganización de la institución universitaria, objetivos estos que ameritan una nueva ordenación legal, en función de la sociedad donde debe operar y a la que debe servir la universidad, a la vez necesarios al desarrollo armónico y autónomo de la nación.
La comunidad universitaria como toda institución social, se encuentra fuertemente condicionada e inserta en una realidad social concreta, donde se desarrollará sus tareas, a través de una serie de funciones que casi le son privativas, como es el hecho de la creación cultural, en su nivel superior, en la que el concepto de cultura tomando en su acepción contemporánea ya no se vincula al de la producción singular de los indiviudos, sino como un proceso social. Producto y resultado del esfuerzo colectivo de la sociedad en su conjunto.
De ahí la importancia de meditar en la cultura como característica exclusiva de nuestra especie, por lo que la acción universitaria no puede desvincularse del medio social al que pertenece y del que espera colaboración para el cumplimiento de sus fines y la satisfacciòn de sus necesidades imprescindibles. En tal sentido, la creación de la cultura demanda cooperación y coordinación múltiple de la red de instituciones sociales.
La creación de esta cultura superior implica una determinada producción en los campos de la ciencia, de la técnica, la ley, del arte, de la literatura, de la filosofía, etc.; de todo aquello que se erige al lado y por encima del mundo natural preexistente al hombre, exigencia y responsabilidad que precisa de condiciones y elementos adecuados, sin los que es imposible el cumplimiento de su misión.
No será vano el esfuerzo desplegado en torno a la formación de una conciencia pública, que visualice claramente el rol protagónico que compete a la universidad en el desarrollo cultural y científico, que se comprenda que la acción creadora y promotora universitaria està comprometida con el bienestar auténtico y genuino del país, que la función universitaria representa un interés público, cuya misión concreta es aportar a la sociedad las soluciones obtenidas por la reflexión científica.
Poco se haría al respecto, en las condiciones históricas presentes, si actuamos dentro de los viejos moldes de la universidad tradicional, que permite la pervivencia de escuelas y facultades profesionales desconectadas entre sí con autarquía administrativa, financiera, didáctica, así como para la dotación de personal. Por tal motivo, es menester abrir nuevos caminos y desarrollar nuevos esfuerzos que apunten a la raíz de de los problemas y no a meros cambios epidérmicos. Se trata de cambios radicales en los aspectos institucionales, que se traduzcan en reformas estructurales relacionadas con la forma de organización de la universidad. Esto entraña la dilucidación de problemas, como la interrelación de las diferentes unidades y redistribución de las actividades universitarias en general, entre otros.
Es menester definir y precisar las interrelaciones de las diversas unidades, así como la redistribución de las acciones llevadas a cabo por la universidad, también las del sistema adminitrativo y del regimen académico, que tienen que ver con la centralización administrativa y la integración curricular a fin de privilegiar tal o cual modelo, que supere la estructura arcaica predominantemente facultativa y la desconexión e improvisaci6n académicas.
Pensamos que se debe abandonar la actitud dogmática, consistente en afirmar que tan sólo el departamentalismo o bien, el régimen facultativo, cada uno por su cuenta, es lo mejor y óptimo, en tanto el otro es defectuoso y absurdo. De otro lado, asumir una posición eclética o conciliatoria que sólo ve bondades en ambos modelos, adolecería de un enfoque riguroso y objetivo, como tal, inoficioso. La asunción de una postura que permita una labor de síntesis, que abarque y a la vez supere dialécticamente los dos sistemas en pugna, deberá predominar como una alternativa de mayor alcance, que posibilite un cambio radical en la concepción y en la estructura de la universidad.
No se trata de adoptar una modernización refleja, imitativa de algún patrón organizativo foráneo, que enfatice ya sea en la formación profesional o en la investigación científica, sin afectar la vieja estructura, en donde tanto la ciencia como el nivel de enseñanza profesional devengan deformados por los defectos tradicionaies aún prevalencientes.
Estamos en la hora actual frente al reto singular que representa un nuevo intento de renovación universitaria, que de hecho, por las implicancias socioeconómicas y políticas que entraña, no será alcanzada si contamos únicamente con las propias fuerzas universitarias, por valiosas que fueran.
Artículo publicado en La Industria. 29 de octubre 1980
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